Para la tradición judía, el mundo está entregado a merced del espíritu del mal por voluntad de los hombres que le siguen. Pero los últimos tiempos verán la aparición del Espíritu de bondad, que orienta al hombre hacia el bien y le abre el camino hacia el reino. El hecho de que Cristo arroje a los demonios es señal de que ese Espíritu de bondad está ya actuando en el mundo (Mt 12, 28). Los escribas no negaban que Jesús arrojara a los espíritus malos, sino que, en lugar de ver en ello la presencia del Espíritu bueno, se inventaban una explicación que afirmaba que seguramente es en nombre del jefe de los demonios como Jesús expulsaba a los demonios subalternos (Mc, 3,23). Para Jesús, esta interpretación equivale a blasfemar contra el Espíritu Santo, negando su presencia en el mundo y negándole la capacidad de reconstruir un mundo nuevo. Este pecado no tiene perdón, porque quien comparte una afirmación así no puede formar parte del Reino, puesto que niega precisamente la misión del Espíritu, que es el único que puede instaurar el Reino (Mc 3,28-30) y hacer de los seguidores de Jesús una familia.
El tema de la familia de Jesús es el siguiente punto, que viene presentado de una manera muy especial. La familia de Jesús quiere recuperarlo, aunque sea por la fuerza: «vinieron a llevárselo» porque, según aquella gente, «no estaba en sus cabales». Todos estos hechos de Jesús, lo mismo que sus palabras, según ellos, lejos de revelar una autoridad inaudita suponen y manifiestan una persona enferma a la que es preciso encerrar. Lo que pasa es que no entendían nada, y han contagiado hasta a los mismos miembros de la familia de Jesús de tal consideración. Pero Cristo sabe perfectamente quién es él y quién es su familia. Su familia trasciende los lazos de sangre y está compuesta no solo por el grupo consanguíneo, sino por todos aquellos que quieran hacer la voluntad del Padre, teniendo, como modelo, al principal miembro de su familia: La santísima Virgen María. La preocupación por «cumplir la voluntad de Dios» inspira la vida cotidiana de todo discípulo–misionero que se hace familia con Jesús (Lc 12,46s.) y constituye el objeto de su oración (Mt, 6,10). Esta comunidad sigue en esto el ejemplo que Jesús le dio, en el momento decisivo (Mc 14,36). Seamos, con María, la familia de Jesús. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
P.D. Quienes tienen obligación de votar, no dejen de hacerlo, es un deber moral que marca el destino de una nación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario