viernes, 18 de junio de 2021

«Los tesoros en el cielo»... Un pequeño pensamiento para hoy


Qué difícil de entender, en medio de una sociedad tan materialista, sobre todo para las generaciones jóvenes, el tema que toca el Evangelio de hoy (Mt 6,19-23) de atesorar tesoros en el cielo y no en la tierra donde todo se corroe. Los «tesoros en el cielo» no son una referencia etérea a pensamientos bondadosos en el corazón de Dios o algún tipo de trivialidad. Los «tesoros en el cielo» son cosas de valor en el reino de Cristo —ese reino que ya empieza a establecerse—, tales como la justicia, la oportunidad de que todos sean productivos, la provisión para las necesidades de todos y el respeto por la dignidad de cada individuo. La implicación es que es mejor invertir el dinero en actividades que transformen el mundo, que en cosas materiales que solamente crearán una superabundancia acumulada para la que no habrá más espacio dónde guardar. No debemos olvidar que estos bienes fascinantes de este mundo no son el supremo bien y que cuando el hombre los adora, ¿no es verdad que traen como consecuencia ambiciones, angustias, sometimiento, rivalidades, injusticias, desesperaciones? Al final, tendremos que repetir las palabras de San Agustín: «Nos hiciste, Señor, para ti, e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti». 

Lo que es invertido en Dios, tiene un valor duradero, no como lo del mundo, que todo se acaba o se queda aquí cuando morimos. Entonces, de ¿qué clase de tesoros hablamos? En primer término está la entrega del corazón a Dios. Pero luego también todo lo que el discípulo–misionero pueda hacer con la intención de servir realmente a Dios. Si el ojo está sano, vemos bien, si el ojo está enfermo, nos vemos rodeados de tinieblas. Si el ojo, la mirada, está puesta en Dios, que es la luz y fuente de toda luz, se iluminará el misterio de la oscuridad humana. Si no se tiene puesto en Dios, se queda uno en lo superfluo y con el peligro de vivir en tinieblas, dentro del misterio de la propia oscuridad inmerso en cosas materiales.

Con este texto evangélico cada uno puede preguntarse qué tesoros aprecia y acumula, qué uso hace de los bienes de este mundo. ¿Dónde está tu corazón, tu preocupación? Porque sigue siendo verdad que «donde está tu tesoro, allí está tu corazón». Ya quedamos avisados de que hay cosas que se corrompen y pierden valor y sin embargo, tendemos a apegarnos a riquezas sin importancia. Estamos avisados de que los ladrones abren boquetes y roban tesoros. Sería una pena que fuéramos ricos en valores «penúltimos» y pobres en los «últimos». ¡Qué pobre es una persona que sólo es rica en dinero cuando se aferra a él como único bien! Los que cuentan no son los valores que más brillan en este mundo, sino los que permanecen para siempre y nos llevaremos «al cielo», nuestras buenas obras, nuestra fidelidad a Dios, lo que hacemos por amor a los demás. Y dejaremos atrás tantas cosas que ahora apreciamos. Pidamos con María sencillez de vida y valor para hacer un tesoro en el cielo. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

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