sábado, 1 de mayo de 2021

«San José Obrero»... Un pequeño pensamiento para hoy


Celebramos en este día una memoria muy especial, pues dentro del «Año de san José» al que nos convocado el Papa Francisco, conmemoramos hoy a «San José Obrero», y vemos al padre nutricio de Nuestro Señor como modelo de todos los trabajadores. Hoy, la Iglesia nos invita a contemplar al carpintero de Nazaret, que con su laboriosidad proveyó la subsistencia de María y de Jesús e inició al Hijo de Dios en los trabajos de los hombres. Es esta la razón, en que, como el día de hoy es el día del trabajo en muchas partes del mundo, honramos a san José como modelo de entrega en el trabajo. El día 1 de Mayo de 1955, el Papa Pío XII, instituyó esta fiesta de San José Obrero. Una fiesta que ha de celebrarse desde el punto de partida del amor a Dios y de ahí pasar a la vigilancia por la responsabilidad de todos y de cada uno al amplísimo y complejo mundo de la relación con el prójimo basada en el amor al hermano y el amor al propio trabajo del que se obtiene el sustento de cada día. Sabemos, con toda seguridad, que José no era una persona rica: era un trabajador, como millones de otros hombres en todo el mundo; una persona del común del pueblo que ejercía el oficio fatigoso y humilde que Dios había escogido para sí, al tomar nuestra carne y al querer vivir treinta años como uno más entre nosotros. La Sagrada Escritura dice que José era artesano. Varios Padres añaden que fue carpintero. San Justino, hablando de la vida de trabajo de Jesús, afirma que hacía arados y yugos; quizá, basándose en esas palabras, San Isidoro de Sevilla concluye que José era herrero. En todo caso, un obrero que trabajaba en servicio de sus conciudadanos, que tenía una habilidad manual, fruto de años de esfuerzo y de sudor.

En aquellos tiempos de Pío XII, la Iglesia, como Madre y Maestra, hizo lo que tantas veces antes había hecho, en los siglos de su historia, con las fiestas paganas: cristianizarlas. El 1 de mayo era un día de paro total en que el mundo de los proletarios recordaba a la sociedad burguesa hasta qué punto había quedado a merced del odio de los explotados. Y esa fiesta, la fiesta del odio, de la venganza social, de la lucha de clases, con la protección de san José, se llegó a transformar por completo en una fiesta litúrgica, solemnísima, del máximo rango (doble de primera clase), con su hermoso oficio propio y su Misa también propia en honor de san José Obrero. El Papa lo anunció con toda solemnidad: «Aquí, en este día 1 de mayo, que el mundo del trabajo se ha adjudicado como fiesta propia, Nos, Vicario de Jesucristo, queremos afirmar de nuevo solemnemente este deber y compromiso, con la intención de que todos reconozcan la dignidad del trabajo y que ella inspire la vida social y las leyes fundadas sobre la equitativa repartición de derechos y de deberes». Y desde aquella tarde serena y gozosa el 1 de mayo entraba en el calendario católico bajo la advocación de San José Obrero. Jesús, en el Evangelio, fue conocido e identificado como «el Hijo del carpintero». Por eso le pedimos a él,  que, como Hermano Mayor y Maestro, nos enseñe a buscar en el trabajo, un espacio de santificación y de realización personal. 

Hoy, 1 de mayo, celebramos a san José obrero y comenzamos el mes tradicionalmente dedicado en la Iglesia a la Virgen. Quisiera invitarlos a quedarnos con dos breves pensamientos, en estas dos figuras tan importantes en la vida de Jesús, de la Iglesia y en nuestra vida: el primero sobre el amor al trabajo y el segundo sobre la contemplación de Jesús Hijo del carpintero e Hijo de María. El trabajo forma parte del plan de amor de Dios; nosotros estamos llamados a cultivar y custodiar todos los bienes de la creación, y de este modo participamos en la obra de la creación. El trabajo es un elemento fundamental para la dignidad de una persona. El trabajo, por usar una imagen, nos «unge» de dignidad, nos colma de dignidad; nos hace semejantes a Dios, que trabajó y trabaja, actúa siempre (cf. Jn 5, 17). Por otra parte, en el silencio del obrar cotidiano, san José, juntamente con María, tuvieron un solo centro común de atención: Jesús. Ellos acompañaron y custodiaron, con dedicación y ternura en medio del trabajo cotidiano, el crecimiento del Hijo de Dios hecho hombre por nosotros, reflexionando acerca de todo lo que sucedía. En los evangelios, san Lucas destaca dos veces la actitud de María, que es también la actitud de san José: «Conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (2, 19.51). Recordemos más al Señor en nuestras jornadas de trabajo, invoquemos a san José Obrero y vivamos bajo la mirada dulce de María. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

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