lunes, 3 de mayo de 2021

«La Exaltación de la Santa Cruz»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy celebramos en México —y en algunos otros lugares— la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. En esta festividad todo discípulo–misionero de Cristo recuerda el papel central que juega la Cruz en su vida, respondiendo al llamado de Jesucristo que dice: «Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga». (Mt 8,24). La tradición de celebrar esta fiesta en México la impulsó Fray Pedro de Gante, quien llegó a la Nueva España hacia el año 1523. Luego otras órdenes religiosas promovieron la costumbre, tales como los 12 franciscanos que llegaron un año después a estas tierras. Con esta fiesta celebramos el gran amor que muestra Jesús por nosotros en el acto de su sufrimiento, y lo celebramos en acción de gracias por haber pensado en nosotros de esa forma. Nadie puede tener un amor más grande que ése: es la máxima expresión de amor.

El ínclito historiador Eusebio de Cesárea (263-339), hace referencia a la víspera de una batalla contra Majencio, en la que el emperador Constantino (272-337) tuvo un sueño en el que se le apareció una cruz luminosa y escuchó una voz que le decía: «In hoc signo vincis», que en español significa «Con este signo vencerás» y la victoria fue suya. Escritores muy antiguos como Rufino, Zozemeno, San Juan Cristótomo y San Ambrosio narran que Santa Elena, la madre de Constantino, fue a Jerusalén para buscar algunos vestigios de la pasión de Cristo y encontró algunos maderos en el Calvario un 3 de mayo. Otras versiones suponen que en esta fecha comenzó a construirse la Basílica de la Santa Cruz en Roma, y por ello los albañiles celebran con gran fiesta este día. La historia también refiere que Santa Elena encontró tres fragmentos de cruces. Para saber cuál era la verdadera, imploró la salud de varios enfermos, y a través de la sanación de ellos, pudo determinar en qué madero crucificaron a Cristo.

El Evangelio que la fiesta de hoy nos presenta es el de Juan 3, versículos del 13 al 17. En este extracto del diálogo entre Jesús y Nicodemo, se anuncia de una manera oculta el momento supremo de la vida de nuestro Salvador: la crucifixión. Ésta se presenta como el primer paso de la ascensión de Jesús al Padre, que será su glorificación. Así, al leer este Evangelio, hemos de percibir la cruz no sólo como un símbolo material, sino la guía de nuestra vida. Dios en su gran amor, viendo la necesidad que tenía el mundo de ser salvado, no dudó en entregar a su propio Hijo para su salvación. Las circunstancias históricas concurrieron para que la redención se realizara por medio de la cruz. A partir de este acontecimiento la cruz se ha convertido en señal de salvación para todo el que cree que Jesús es el redentor del hombre. Ser cristiano es seguir al crucificado, por eso no debemos rehusamos a seguir el mismo camino de Cristo. Sólo desde el amor se entiende esta entrega, y sólo el amor hace posible convertir en alegría las mayores angustias de la vida. Es cuestión de amor. María estuvo al pie de la Cruz y captó totalmente el sentido espiritual de este signo, pidámosle a ella y digamos a Jesús como la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento: «Enamórame de tu Cruz». ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

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