Detrás de esta condena enérgica, Jesús anuncia un tiempo nuevo ya no basado en practicas rituales externas, ni en purificaciones a tiempo y a destiempo, sino un cambio en la estructura mental y una transformación que surja desde dentro y que logre desarticular todo el andamiaje que sustentaba la marginación y la exclusión desde la religión. El Señor, además de maldecir el sistema, se enfrenta a los que se enriquecen de forma injusta con el oficio cúltico. Por eso llega al templo y los expulsa, declarando de esta forma su inconformismo con la manipulación económica de las realidades religiosas.
Hoy nosotros tenemos que estar ligeros de equipaje para descubrir con el correr del tiempo y con las señales que la historia nos va presentando, cuándo es necesario y urgente recrear la forma en que vivimos nuestra fe de manera que no se quede todo solamente en prácticas externas que pueden llegar a ser estériles e infecundas. En la medida en que renovemos nuestras vidas en la fe, ellas se pueden convertir en servicio a la vida de los hombres de hoy. Ojalá no nos pase como al judaísmo, vivir y sustentar un sistema religioso caduco al que solo le vale la maldición. Pidamos a María Santísima que nos ayude a tener muy en alto el valor de la Iglesia como comunidad que nos ayuda vivir nuestra fe desde dentro. Que este día pensemos mucho en la Iglesia y en nuestro papel de discípulos–misioneros de Cristo. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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