Entregar la vida gratis en las cosas pequeñas de cada día, los pequeños sacrificios, las pequeñas renuncias... es entrar en la «lógica» de Dios. Es un «aroma que llega hasta el Altísimo». Y, ciertamente, esta «ofrenda memorial no se olvidará», porque a Dios, como bien sabemos, nadie le gana en generosidad. Él es siempre un buen «pagador», que da a los obreros de su viña, sin merecerlo, hasta «siete veces más», según el libro del Eclesiástico, y hasta «cien veces más» en este tiempo «y en la edad futura la vida eterna», según el texto de este Evangelio de San Marcos.
No se puede pertenecer al Reino o comunidad de Jesús conservando un protagonismo y superioridad social basados en el poder y prestigio del tener, como en el caso del rico que se acercó a Jesús. En la comunidad de los discípulos–misioneros del Señor, todos han de adoptar la actitud de Jesús, la de hacerse «último de todos —no buscar preeminencia ni protagonismo— y servidor de todos —traducir el seguimiento en servicio—». De ahí el dicho de Jesús: Todos, aunque sean primeros, han de hacerse últimos, desprendiéndose de lo que lo hace «primero» (Mc 10,21; cf. Mc 9,35). No se puede entrar en el Reino manteniendo una posición (cf. Mc 10,21.23-35) que crea dependencia dentro del grupo. ¡Qué cosa tan maravillosa!, todos los que se hacen últimos serán primeros, pues su opción —renuncia a la ambición y práctica del servicio mutuo— creará para todos igualmente una comunidad de amor y abundancia (cf. Mc 10,29s). Pidámosle a María Santísima que ella nos ayude a desprendernos de lo que nos estorba para seguir a Jesús en la comunidad practicando el amor solidario, que impide que mientras uno tiene de todo, otros carezcan de lo necesario. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
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