miércoles, 26 de mayo de 2021

«Servidores»... Un pequeño pensamiento para hoy


El relato evangélico de hoy (Mc 10, 32-45) es muy extenso y muy conocido. Dos de los más destacados en el grupo apostólico manifiestan claramente su ambición de gloria y privilegio buscando lugares especiales sentándose uno a la derecha y otro a la izquierda de su trono cuando se establezca el Reino definitivo, estos apóstoles son Santiago y Juan. En contraste con la humillación del Hijo del hombre, la iniciativa de los dos hermanos resulta disonante, casi ridícula. Jesús «interpreta» y supera su deseo: tendrán ciertamente aquello que han pedido —la más íntima asociación de destino con el Maestro—; pero a un nivel superior —el martirio—, no como lo esperaban —la gloria en este mundo—.

Jesús no les habla de las glorias de este mundo sino que les anuncia la muerte que deberán asumir en lugar de pensar en honores. El Señor lo hace con las comparaciones de la copa y el bautismo. Beber la copa es sinónimo de asumir la amargura, el juicio de Dios, la renuncia y el sacrificio. Pasar por el bautismo también apunta a lo mismo: sumergirse en el juicio de Dios, como el mundo en el diluvio, dejarse purificar y dar comienzo a una nueva existencia. La pasión de Cristo —la copa amarga y el bautismo en la muerte— les espera también a sus discípulos. Santiago será precisamente el primero en sufrir el martirio por Cristo. Es curioso ver que los otros diez se llenan de indignación ante la situación, pero no porque creyeran que la petición hubiera sido inconveniente, sino porque todos pensaban lo mismo y esos dos se les habían adelantado. Jesús aprovecha para dar a todos una lección sobre la autoridad y el servicio. Se pone a sí mismo como el modelo: «El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos».

Para un discípulo–misionero de Cristo el ideal es colaborar con él en la salvación del mundo. Por eso, en la vida eclesial, en la vida que llevamos todos los seguidores del Señor, bajo la compañía siempre fiel de su Madre Santísima, muchas veces debemos estar dispuestos al trabajo y a la renuncia por los demás, sin pasar factura. La filosofía de la cruz no se basa en la cruz misma, con una actitud masoquista que la ven algunos ajenos a la Iglesia, sino en la construcción de un mundo nuevo, que supone la cruz. Lo que parece una paradoja —buscar los últimos lugares, ser el servidor de todos— sólo tiene sentido desde esta perspectiva y el ejemplo del mismo Jesús. No debemos olvidar nunca que Jesús caracteriza a sus seguidores como los que, dentro de la comunidad, son «servidores» y, respecto a la humanidad, «siervos», término explícitamente opuesto a toda concepción pagana de dominio y poder. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

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