jueves, 27 de mayo de 2021

«Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy nos adentrarnos en el maravilloso corazón sacerdotal de Cristo celebrando la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. Hoy admiramos a Jesucristo como pastor y salvador, que se entrega por su rebaño, al que no abandonará nunca. Un sacerdocio eterno que manifiesta «ansia» por los suyos, por nosotros: «Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer» (Lc 22,15). En el Evangelio de hoy (Lc 22,14-20) Cristo sacerdote manifiesta sus sentimientos, especialmente, en la institución de la Eucaristía. Comienza la Última Cena en la que el Señor va a instituir el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, misterio de fe y de amor. San Juan sintetiza con una frase los sentimientos que dominaban el alma de Jesús en aquel entrañable momento: «Sabiendo Jesús que había llegado su hora (...), como amase a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13,1).

Esto nos invita a honrar a nuestro Señor Jesucristo que «está sentado para siempre jamás a la derecha de Dios» (Hb 10, 12), ejerciendo el sacerdocio eterno no como los pontífices de la antigua alianza que tenían que ofrecer sacrificios cada día por los propios pecados y por los del pueblo (cf. Hb 7,27). El sacrificio de Cristo es infinitamente superior al de la Antigua Alianza y por eso fue ofrecido una sola vez, de manera que nuestro Sumo Sacerdote, con una única oblación, llegó a la perfección en su sacerdocio y «se convirtió,  para todos los que le obedecen, en autor de salvación eterna, proclamado por Dios Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec» (Hb 5,9-10), perfeccionando con esa «sola ofrenda… a los que van siendo santificados» (Hb 10,14) y compartiendo con ellos su consagración sacerdotal. Por eso, todos sus discípulos–misioneros participamos, en virtud del Bautismo, del sacerdocio santo de Cristo en lo que se llama sacerdocio común de todos los bautizados, como afirma San Pedro en su I Carta: «son un linaje elegido, un sacerdocio real, un nación santa, un pueblo adquirido por Dios» (1 Pe 2,9; cf. Ap 1,6; 5,10).   

En el prefacio de la misa de hoy, se dice que Jesucristo «con amor de hermano, elige a hombres de este pueblo, para que, por la imposición de las manos, participen de su sagrada misión». Ese es el sacerdocio ministerial que se confiere por medio del sacramento del Orden y, en virtud del cual, los que han sido elegidos y consagrados por él desempeñan la función sacerdotal en nombre de Cristo ofreciendo el sacrificio eucarístico, perdonando los pecados, orando por el pueblo y santificando a los fieles. Así, es un bonito día para orar por nuestros sacerdotes y obispos, recordando a aquel que nos bautizó y nos impartió los demás sacramentos que hemos recibido. Cristo, nuestro hermano, glorificado a la derecha del Padre, Sacerdote Eterno, intercede por nosotros y es la fuente inagotable y fecunda de ese sacerdocio ministerial. Pidamos a María, Madre de los sacerdotes, que interceda por nosotros y nuestros sacerdotes para que nos presentemos con Cristo como ofrenda agradable a los ojos de Dios y descienda sobre nosotros la gracia que todo lo transforma, eleva, perfecciona y glorifica. ¡Bendecido jueves, fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote!

P. Alfredo.

P.D. Una felicitación muy especial a don Rogelio Cabrera López, arzobispo de Monterrey, México, que hoy cumple 25 años de haber sido consagrado obispo para el servicio de la Iglesia. Dios le guarde muchos años en el ministerio y Nuestra Señora del Roble, patrona de la arquidiócesis de Monterrey le cubra con su manto. ¡Muchas felicidades!

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