Aquella gente, aunque en apariencia muy preparada, no tenía una fe verdadera. Leyendo el pasaje es fácil descubrir que hay doblez en la pregunta que le hacen y por eso considera inútil dar argumentos. Jesús a veces se calla dignamente, como sucede ante Caifás, Pilatos o Herodes. A veces, contesta con un argumento en el que plantea a su vez preguntas, como en el caso de la moneda del César. Jesús también sabe ser astuto y poner trampas a sus interlocutores, desenmascarando sus intenciones capciosas. La pregunta de los jefes sobre su autoridad no era sincera. Sólo el Mesías, o quien viene con autoridad de Dios, podía tomar una actitud así, acompañada como está, además, de signos milagrosos que no pueden ser sino mesiánicos. Pero eso no lo admiten. Es inútil razonar con estas personas. Jesús no les va a dar el gusto de afirmar una cosa que no van a aceptar y que les daría motivos de acelerar su decisión de eliminarlo.
Hoy hay mucha gente agnóstica que mira al universo y contempla todas las maravillas de la creación, pero finalmente concluye con un «no sé» si esto lo habrá hecho Dios. Y entonces, ¿quién lo ha hecho? Bueno, ya conocemos cómo en una búsqueda desesperada por dar alguna explicación razonable, nos quieren convencer de que todo el inmenso universo debe su existencia a la casualidad. Los discípulos–misioneros de Cristo estamos llamados a tomar la misma actitud de Jesús, quien fue capaz de sustentar su palabra con la vida, y fue capaz de enfrentarse a los poderes de su tiempo y de buscar nuevas alternativas capaces de generar una sociedad nueva. Esta nueva sociedad es la que sabe vivir bajo la autoridad que viene de lo alto y pone sus bases en la defensa de la vida y de la justicia, en torno al Dios y Señor de la historia. Con María, que vivió siempre bajo la autoridad de Dios, sigamos adelante. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
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