Producir fruto, presupone que estamos permanentemente unidos a la Vid. Y nosotros no somos la Vid. ¡La Vid es Cristo! Nosotros, como discípulos–misioneros, somos los sarmientos, y es imposible para un sarmiento producir fruto si no permanece en la Vid. Del mismo modo sucede con nosotros, es nuestra unión con Cristo la que puede hacernos sarmientos para producir fruto. En este caso, los sarmientos no son nada más que la forma en que la Vid produce fruto. Entregarse a Cristo y ejercer las buenas obras que Dios preparó para nosotros presupone, por lo tanto, una relación apasionada con el mismo Señor Jesucristo, que es la Vid a quien queremos complacer. El enfoque no se queda precisamente en las obras mismas sino en Cristo. Y es a través de nuestra unión con Él, como permanecemos en Él. Queda claro que el sarmiento no puede «vivir» sino en la Vid. Sin este enlace muere. Tampoco nosotros no «vivimos» sino en la medida de nuestra unión vital a Cristo.
Ordinariamente mucha gente piensa que estar unidos a Jesús significa conocer todos sus secretos teológicos. Es decir, ser fuertes y abundantes en doctrina. Y no es precisamente esto lo que el Evangelio nos plantea. Beber o absorber savia de Jesús es asimilar su modo de pensar, que es semejante al del Padre, y hacer las obras que él hace. Y esto implica: comprender el análisis que él hizo de la sociedad de su tiempo, las motivaciones que tuvo para iniciar su actividad, la posición que tomó frente a las estructuras de poder de su momento y, sobre todo, definirse por el sujeto de su acción pastoral que fueron especialmente los pobres, los oprimidos y los descartados. Quien entienda la posición de Jesús, comprenderá que él se hace presente siempre en un pueblo concreto y que es allí donde hay que dar fruto abundante. Pidámosle a María santísima que ella nos ayude a dar, como ella, un fruto abundante porque los discípulos–misioneros no somos plantas ornamentales en el jardín del mundo, somos árboles frutales. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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