Jesús había escogido doce hombres para que fueran sus enviados especiales, ya lo habían sido por las aldeas galileas, y ahora no eran doce sino once. Judas se había pasado al lado del enemigo. Y los apóstoles tenían que ser doce cuando volviese Jesús. Él les había dicho que, a su regreso glorioso, los doce se sentarían sobre doce tronos para regir las doce tribus de Israel, y ahora faltaba un hombre para un trono. Así, el primer problema con que se enfrentó la Iglesia, apenas desaparecido Jesús, fue buscar un sustituto del apóstata. Dentro de unos cuantos años, cuando muera mártir el apóstol Santiago, hijo de Zebedeo, la Iglesia no se planteará este problema. Santiago habrá cumplido hasta el fin su misión de apóstol, y Jesús se encargará de resucitarlo cuando regrese. Pero Judas no ha cumplido su misión, y hacía falta un hombre que ocupara su puesto y cumpliera fielmente la tarea encomendada, por eso la elección de san Matías.
El Evangelio de este día de fiesta (Jn 15,9-17) nos habla de la permanencia en el amor, y es precisamente esa permanencia la que destaca en la vida de San Matías, que acompañó a Jesús desde el Bautismo hasta la Ascensión. San Matías no es muy conocido, ni su vida tampoco, pero nos basta saber que permaneció en el amor al Señor y fue instrumento de salvación para muchos. Me encontré una oración a San Matías que quiero en este día compartir e invitarles a rezarla: «Dios Omnipotente, que escogiste en lugar de Judas el traidor, a tu fiel siervo Matías, para que fuese contado entre los doce Apóstoles; Concede que tu Iglesia preservada siempre de falsos apóstoles, sea gobernada y dirigida por fieles, y verdaderos pastores; mediante Jesucristo nuestro Señor. Amén». A la luz de San Matías, captamos que el cristiano es, en la Iglesia y con la Iglesia, un discípulo–misionero de Cristo enviado al mundo. Ésta es la misión apremiante de toda comunidad eclesial: recibir de Dios a Cristo resucitado y ofrecerlo al mundo, como San Matías y los demás Apóstoles. Que María Santísima, que perseveraba en oración con los Apóstoles nos ayude a ser también nosotros, instrumentos de salvación. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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