viernes, 30 de abril de 2021

«Camino, verdad y vida»... Un pequeño pensamiento para hoy


Jesús ha venido al mundo para asociar con él a sus discípulos–misioneros. Todo el Evangelio de Juan, que hemos estado leyendo en estos días, está lleno de referencias a esta unión de Jesús con los suyos. Una unión que se realiza ahora, cotidianamente, por el Espíritu, pero que tendrá una plenitud cuando Jesús «vuelva» en la parusía. En El Evangelio de hoy (Jn 14,1-6) Jesús se presenta a sí mismo como «camino»: el que se una a él y haga como él, irá al Padre. Pero añade un nuevo paso: él es la «verdad», es decir, la auténtica realización humana, porque manifiesta y hace lo que Dios es y quiere; y es la «vida», es decir, la plenitud del ser hombre, la culminación plena de todo, la superación de todo mal y de la misma muerte. En él, pues, está todo lo que es el Padre; él, pues, es la única manera de llegar al Padre.

Este hecho se da en la escena de la Última Cena, Jesús anima a los suyos pensando ya en lo que pasará después de la Pascua. Se está presintiendo la despedida: ¿qué será de los discípulos después de la marcha de Jesús? Ante todo el Maestro les invita a que no tengan miedo: «no pierdan la calma: crean en Dios y crean también en mí». Él se va, pero eso les conviene: va a prepararles el camino. Ellos también están destinados a ir a donde va él, a «las muchas estancias que hay en la casa del Padre». Esta vez la autorrevelación de Jesús, que tan polifacética aparece en el evangelio —estas semanas de Pascua le hemos oído decir que es el pan, la puerta, el pastor, la luz—, se hace con el símil tan dinámico y expresivo del camino. Ante la interpelación de Tomás, «no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?», Jesús llega, como siempre, a la manifestación del «Yo soy»: «Yo soy el camino, la verdad, y la vida: nadie va al Padre, sino por mí». Al igual que había dicho que él es la puerta, por la que hay que entrar, ahora dice que es el camino, por el que hay que saber seguir para llegar al Padre y a la vida. Además, las categorías de la verdad y de la vida completan la presentación de la persona de Jesús.

Así, nuestra reflexión de hoy debe ser muy cristocéntrica. Al «Yo soy» de Jesús le debe responder nuestra fe y nuestra opción siempre renovada y sin equívocos. Conscientes de que fuera de él no hay verdad ni vida, porque él es el único camino. Eso, que podría quedarse en palabras muy solemnes, debería notarse en los pequeños detalles de cada día, porque intentamos continuamente seguir su estilo de vida en nuestro trato con los demás, en nuestra vivencia de la historia, en nuestra manera de juzgar los acontecimientos. Cristo es el que va delante de nosotros. Seguir sus huellas es seguir su camino. La Eucaristía —de la que hemos estado hablando en estos días— es nuestro «alimento para el camino». Celebrar la Eucaristía, escuchando la Palabra de Cristo y recibiendo su Cuerpo y su Sangre, supone que durante la jornada caminamos gozosamente tras él. Pidámosle a la Santísima Virgen María, a la que siempre recurrimos, que nos ayude a captar las palabras de Jesús que deben sernos de luz y esperanza en un tiempo difícil como el que vivimos: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

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