Para que eso se dé, se necesitan esas dos condiciones imprescindibles: venir a él y creer en él. Estas dos condiciones las necesitamos hoy más que nunca, debido a las circunstancias por las que pasan nuestros países a nivel global: violencia, narcotráfico, desapariciones, corrupción, desplazamientos obligados por la violencia, migraciones forzadas por la necesidad de sobrevivir, muerte... y encima de todo una pandemia que parece no acabar nunca. Hoy más que nunca estamos necesitados de ver y creer en Jesús. Y para nosotros, como católicos, la Eucaristía es precisamente esto: comer el cuerpo de Jesús reviviendo su entrega para adquirir la capacidad de repetirla y creer en él para anunciarle a todos. Jesús, la segunda persona de la Santísima Trinidad, se presenta como el camino hacia Dios Padre. Él acoge a todos lo que optan por él y esta dispuesto a compartirles su propia existencia. Al recibir a Jesús se recibe a Dios. Y con él, el don de la vida permanente. La opción ante Jesús es entre la nueva vida y el antiguo modo de vivir. Quienes opten por Jesús serán resucitados en el momento definitivo y para nosotros los católicos es una fuerte invitación a encontrarnos con el Señor en la Eucaristía. Por lo menos en la arquidiócesis de Monterrey, que es donde yo ejerzo ahora mi ministerio sacerdotal como misionero de Cristo, se ha abierto la celebración del culto dominical con un aforo del 50% en las parroquias, capillas y Templos para la gente de todas las edades.
Sin embargo, podemos constatar que hay muchos que no asisten «por miedo al contagio», pero las plazas comerciales, en el mismo día domingo, los parques y otros lugares públicos, lucen con gran cantidad de gente de todas las edades. El domingo pasado, en Misa había solamente 5 niños, además de 26 personas entre jóvenes y adultos... ¿será que todo el resto se quedó encerrado en su casa sin salir todo el día?... Yo hasta le pedí a la gente que les diéramos un aplauso a esos niños que, gozosos, vivieron con los adultos que los llevaron la Misa en nuestra comunidad. Nos falta, como católicos, valorar más, mucho más la presencia de Jesús en la Eucaristía, pues un católico no puede «acomodarse» a ver la Misa sino que tiene que «venir» al encuentro de Jesús para «creer» más firmemente en él. Es verdad que como bautizados estamos ya en Dios, estamos en Cristo y lo estamos sobre todo porque creemos, pero sabemos que necesitamos del alimento de su Palabra y de su Eucaristía en la Misa. Por eso, si ya hay —con los debidos cuidados sanitarios— la oportunidad de participar en la Misa, hay que asistir. Que María Santísima nos ayude a «venir» a Cristo y a «creer» en él. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario