miércoles, 21 de abril de 2021

«Venir y creer en Jesús»... Un pequeño pensamiento para hoy


El Evangelio de hoy (Jn 6, 35-40) empieza con el versículo final del día de ayer: «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed» (Jn 6,35). Jesús habla de «venir» y de «creer», y eso me hace pensar mucho en hacia dónde va la mayoría de la gente hoy y en qué cree. Definitivamente hay que venir a Jesús y creer en él. Jesús quiere que sus discípulos¬–misioneros lleguemos a descubrir y a palpar siempre en él la bondad y la voluntad de Dios. Y por eso le habla a la gente de su tiempo de lo que significa llegar a sentirlo a él como hecho «alimento y bebida». Palpar a Jesús, como él lo quiere, es aprender a entregarse por los demás a su estilo. Quien cree en Cristo, pan de vida, queda saciado, lleno de Cristo, no quiere saber de otro alimento; pero hay muchos que no quieren creer y saciarse. Cristo ha venido al mundo para acoger a todos los corazones abiertos a la verdad; y al hablar, enseñar, ofrecer signos, quiere que nadie se pierda, quiere que todos vengan a su encuentro porque la voluntad del Padre es clara para él; que todos nos salvemos por él, con él y en él.

Para que eso se dé, se necesitan esas dos condiciones imprescindibles: venir a él y creer en él. Estas dos condiciones las necesitamos hoy más que nunca, debido a las circunstancias por las que pasan nuestros países a nivel global: violencia, narcotráfico, desapariciones, corrupción, desplazamientos obligados por la violencia, migraciones forzadas por la necesidad de sobrevivir, muerte... y encima de todo una pandemia que parece no acabar nunca. Hoy más que nunca estamos necesitados de ver y creer en Jesús. Y para nosotros, como católicos, la Eucaristía es precisamente esto: comer el cuerpo de Jesús reviviendo su entrega para adquirir la capacidad de repetirla y creer en él para anunciarle a todos. Jesús, la segunda persona de la Santísima Trinidad, se presenta como el camino hacia Dios Padre. Él acoge a todos lo que optan por él y esta dispuesto a compartirles su propia existencia. Al recibir a Jesús se recibe a Dios. Y con él, el don de la vida permanente. La opción ante Jesús es entre la nueva vida y el antiguo modo de vivir. Quienes opten por Jesús serán resucitados en el momento definitivo y para nosotros los católicos es una fuerte invitación a encontrarnos con el Señor en la Eucaristía. Por lo menos en la arquidiócesis de Monterrey, que es donde yo ejerzo ahora mi ministerio sacerdotal como misionero de Cristo, se ha abierto la celebración del culto dominical con un aforo del 50% en las parroquias, capillas y Templos para la gente de todas las edades. 

Sin embargo, podemos constatar que hay muchos que no asisten «por miedo al contagio», pero las plazas comerciales, en el mismo día domingo, los parques y otros lugares públicos, lucen con gran cantidad de gente de todas las edades. El domingo pasado, en Misa había solamente 5 niños, además de 26 personas entre jóvenes y adultos... ¿será que todo el resto se quedó encerrado en su casa sin salir todo el día?... Yo hasta le pedí a la gente que les diéramos un aplauso a esos niños que, gozosos, vivieron con los adultos que los llevaron la Misa en nuestra comunidad. Nos falta, como católicos, valorar más, mucho más la presencia de Jesús en la Eucaristía, pues un católico no puede «acomodarse» a ver la Misa sino que tiene que «venir» al encuentro de Jesús para «creer» más firmemente en él. Es verdad que como bautizados estamos ya en Dios, estamos en Cristo y lo estamos sobre todo porque creemos, pero sabemos que necesitamos del alimento de su Palabra y de su Eucaristía en la Misa. Por eso, si ya hay —con los debidos cuidados sanitarios— la oportunidad de participar en la Misa, hay que asistir. Que María Santísima nos ayude a «venir» a Cristo y a «creer» en él. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

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