lunes, 26 de abril de 2021

«La puerta del redil»... Un pequeño pensamiento para hoy


En el Evangelio de hoy (Jn 10,1-10) Jesús nos dice que él es la puerta de las ovejas. Para comprender bien esta imagen de Jesús que él mismo nos presenta hoy, hay que conocer las costumbres de los pastores de oriente. Por la noche, varios pastores se entienden entre sí para agrupar sus rebaños en un solo redil, vigilado por un solo portero. Los ladrones sólo pueden entrar saltando las empalizadas. Contrariamente, de madrugada los pastores retornan al redil y el portero les abre sin vacilación y pueden llamar a sus ovejas y llevarlas a los pastos. Jesús aquí está respondiendo a una pregunta de los fariseos, durante la discusión que siguió al milagro de la curación del ciego de nacimiento: ¡Pues qué!, ¿nosotros seríamos también ciegos?" (Jn 9, 40). Jesús opone los «falsos pastores» —ladrones y salteadores— que pretenden guiar a los demás sin tener para ello mandato... al «verdadero pastor» que es introducido, a plena luz, por la puerta... A este le abre el portero, y las ovejas oyen su voz, y llama a sus ovejas por su nombre y las saca fuera; y cuando las ha sacado todas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz, pero no seguirán al extraño, antes huirán de él. 

Parece ser que los oyentes de Jesús no entendieron en primer instancia la comparación que Jesús hace, por eso tiene que dar una explicación. «Yo soy la puerta». Jesús, a lo largo del evangelio, trata de que todos entiendan el misterio de su persona con múltiples comparaciones tomadas de la vida: él es el agua, el pan, el camino, el pastor, la luz, la piedra angular... Aquí dice que es la puerta. A través de él «entramos y salimos» legítimamente, sobre todo los pastores. Sólo por él tienen acceso las ovejas a la seguridad del redil. Sólo por él pueden salir a los pastos buenos. Jesús es el único Mediador, por el que la gracia y la palabra de Dios alcanzan a todos, y por el que nuestra respuesta de fe llega al Padre. «Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14,6). No hay salvación ni perdón ni luz fuera de él. Sólo el que pasa por él, el que cree en él, entra en la vida. Esto vale para los pastores y para los fieles. Los fariseos —a ellos va dirigido el discurso— son acusados por Jesús de no haber entrado por la puerta, de no ser pastores verdaderos. De los pastores se describen ya en este pasaje las cualidades que deben tener para poder decir que son buenos: entran por la puerta, conocen a sus ovejas, van delante de ellas... Son cualidades que en seguida afirmará que él cumple en plenitud, porque es el Buen Pastor.

Jesús, Buen Pastor, es el espejo en que tendríamos que mirarnos todos los que de alguna manera somos «pastores», que somos casi todos, como decíamos ayer, porque siempre tenemos «almas» a nuestro cuidado. No se diga los padres y madres de familia. Es bueno que hoy hagamos un examen de conciencia, pensando ante todo si en verdad somos nosotros mismos ovejas de Cristo: si le conocemos, obedecemos su voz y le seguimos. Pero también, en cuanto estamos revestidos de mayor o menor autoridad para con los demás, mirando a las cualidades que Jesús describe y cumple: ¿somos buenos pastores? ¿nos preocupamos de los miembros de nuestra familia? ¿buscamos su interés, o el nuestro? ¿nos sacrificamos por aquellos de los que somos encargados, hasta dar la vida por ellos? ¿les dedicamos gratuitamente nuestro tiempo? En medio de un mundo en que las personas viven aisladas, encerradas en sí mismas no solo por la pandemia sino por muchos motivos más, ¿nos conocemos mutuamente? ¿conocemos a las personas que encontramos, que viven con nosotros, en la familia o en el grupo? ¿o vivimos en la incomunicación y el aislamiento, ignorando o permaneciendo indiferentes ante la persona de los demás? Este Evangelio nos deja mucha tela que cortar. Pidamos a la Santísima Virgen que grabemos muy bien en nuestro corazón la imagen de Cristo como la puerta de las ovejas. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

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