A la luz de este Evangelio podemos hacernos varias preguntas: ¿De qué modo mi vida es un «servicio»? ¿De qué modo soy «servidor»? ¿De quién soy el «servidor»? ¿Hasta adónde llega mi «servicio»? La palabra «ministro» es latina y se traduce por «servidor». Así que los «ministerios», en la Iglesia, son servicios: el Concilio Vaticano II ha insistido mucho sobre esta noción, que viene en línea recta del Evangelio. «Si entienden esto —dice Cristo en el relato— y lo ponen en práctica, serán dichosos. ¡Qué invitación tan más clara a ser dichosos imitando a Jesús servidor! Y esto sabiendo que Jesús no se fía de bellas teorías, e insiste en la práctica humilde: estar en estado de servicio vale más que mil hermosas discusiones sobre el servicio. Lo que Jesús espera de sus discípulos–misioneros no es un afecto infantil y gregario. ¡Hay que lanzarse!
Es fácil admirar el gesto del lavatorio de los pies hecho por Jesús, pero como digo... Hay que lanzarse y reflexionar que lo que nos pide la Palabra de Dios no son afirmaciones lógicas y bonitas, sino el seguimiento de Jesús, la imitación de sus actitudes. En este caso, la imitación, en nuestra vida de cada día, de su actitud de servidor de los demás. En la Eucaristía, dándosenos como Pan y Vino de vida, Jesús nos hace participar de su entrega de la cruz por la vida de los demás. Él mismo nos encargó que celebráramos la Eucaristía: «hagan esto» en memoria mía. Pero también nos encargó que le imitáramos en el lavatorio de los pies: «hagan esto ustedes» otro tanto, lávense los pies los unos a los otros. Ya que comemos su «Cuerpo entregado por» y bebemos su «Sangre derramada por», todos somos invitados a ser durante la jornada personas «entregadas por», al servicio de los demás. «Dichosos nosotros si lo ponemos en práctica». María santísima, la Madre fiel que se lanza a servir nos dirá: «Hagan lo que él les diga». ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario