viernes, 23 de abril de 2021

«La presencia de Jesús en la Eucaristía»... Un pequeño pensamiento para hoy


Cuánto tenemos que agradecer que Cristo, la segunda persona de la Santísima Trinidad, se haya encarnado. En él Dios se hizo hombre, carne y sangre de nuestra raza, en el seno de María Virgen, por obra del Espíritu Santo. Mediante su Misterio Pascual nos ha redimido, pues por su muerte fuimos perdonados de nuestros pecados, y por su gloriosa resurrección, recibimos Vida nueva. Hoy el Evangelio (Jn. 6, 52-59) nos hace reflexionar en que quien se alimenta de Jesús en la Eucaristía hace suya la Encarnación y la Redención que Dios nos ofrece en Cristo Jesús. Por eso el Señor nos dice: «Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida». Si no nos alimentamos de Cristo no tendremos vida en nosotros, pues sólo aquel que lo coma vivirá por él, ya que sólo él es el verdadero Pan del cielo que nos da vida, y Vida eterna. En cada celebración de la Misa vamos a Cristo, no sólo para escucharle, no sólo para reconocerlo como nuestro Dios por medio de la fe, no sólo para arrodillarnos y suplicarle que nos socorra en nuestras necesidades, sino para hacernos uno con él.

Mediante la Eucaristía, que en la Iglesia celebramos con fe, hacemos nuestro el Misterio Pascual de Cristo en su totalidad: su Encarnación, su Pasión y Glorificación, y su Eucaristía. A través de este Misterio Pascual que estamos celebrando nosotros recibimos la Vida que él ofrece a todo hombre de buena voluntad que, creyendo en él, lo acepte en su totalidad en la propia vida. Por eso podemos decir que la Iglesia se edifica en torno a la Eucaristía, que es el Sacramento que nos sirve como el mejor eslabón que une a Dios con la humanidad. Aquel que desprecie la Eucaristía estará perdiendo la mejor de las oportunidades para unirse a Dios y a la comunidad de creyentes que lo alaban, que lo escuchan y que se comprometen con el Señor desde esta vida. Una cosa es no poder asistir a la Eucaristía y otra no querer. Por eso en estos tiempos de pandemia se nos dice que no nos podemos «acomodar» y «acostumbrar» a la Misa por Internet, que eso es solamente cuando no se pueda vivirla presencialmente. Como discípulos–misioneros hemos de revisar nuestra fidelidad al hecho eucarístico, tal como Cristo lo ha revelado y la Iglesia nos lo propone. Enamorados de Cristo tenemos muchos detalles de deferencia al Señor en la Eucaristía: genuflexiones pausadas y bien hechas, incremento del número de comuniones espirituales cuando no se puede asistir a la Misa presencial, Adoración Eucarística, Visitas al Santísimo, etc.

Por eso podemos decir que en este pasaje de Juan 6 se encuentra la medula del significado y del valor de la Eucaristía. Jesús dice, que «el que no coma y beba no tendrá vida», por ello lo primero que surge es que este alimento espiritual no es «optativo», es algo que se exige si verdaderamente se quiere tener la «Vida» y aspirar a la resurrección eterna. El efecto de este pan de vida, es la unión y permanencia con Jesús. De manera que el pan se convierte en la sabia que da vida a nuestra vida injertada en Cristo. Por lo tanto, la Eucaristía no es una presencia simbólica, como dicen algunos; o meramente espiritual, sino que es real y substancialmente su cuerpo —lo mismo decimos para la sangre en el cáliz—. Finalmente, y como consecuencia de esto, se trata de comer, de darnos cuenta que al comulgar estamos «comiendo» a Jesús y que esto es precisamente lo que nos da la vida. Pidámosle a la Virgen, que nos dio a Jesús Eucaristía que encontremos la oportunidad de asistir a Misa siempre que se pueda para comulgar a Jesús y que, cuando no sea posible hacerlo, no nos olvidemos de hacer la comunión espiritual. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

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