Este tema del «Pan de Vida» nos invita a reflexionar sobre los grandísimos regalos que tenemos los católicos. La Eucaristía, como encuentro personal con el Señor, y la Palabra de Dios reflexionada en comunidad. Estos dos regalos maravillosos constituyen el «Pan de Vida» en la medida que se acepte el camino de Jesús: el camino de la entrega personal y la cruz. Otros caminos conducen únicamente a las seguridades en las que se endurecen los oyentes de Jesús, incluidos los discípulos. Al final, sus seguidores se escandalizan de la predicación y lo abandonan. En definitiva verán a Dios exclusivamente los seguidores que sean capaces de reconocerlo en el crucificado, porque no puede haber Pascua si no hay crucifixión.
El que está con Cristo y cree en él tiene la vida eterna y la resurrección. Sabemos que para vivir es necesario el pan de cada día. Para tener la vida eterna es necesario este pan de la Eucaristía y este pan de la Palabra que nos ofrece Jesucristo en un banquete suculento como el que la sabiduría del Antiguo Testamento ofrecía a sus devotos. Aquí la sabiduría es Jesucristo, una sabiduría nada teórica, nada intelectualista. Todo lo contrario: la sabiduría de Cristo nos da la vida en plenitud que es el amor. El verdadero amor, que para ser amor a Dios tiene que ser, necesariamente, amor al prójimo, al hermano cercano. ¿Y qué ser humano no es para nosotros cercano en estos tiempos de pandemia? Que no nos falte el pan de la Palabra y el pan de la Eucaristía para estar fuertes y firmes en la fe. Le pedimos a María Santísima, la primera que escuchó la Palabra y la hizo vida y la que nos trajo en Pan de Vida, que ella nos ayude. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
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