miércoles, 7 de abril de 2021

CREO EN LA IGLESIA... Un tema de reflexión para un retiro


Decir «creo» supone un don que se nos da y una responsabilidad que aceptamos; es una experiencia de diálogo con Dios que, por amor, nos habla como amigos. Como enseña el Catecismo de la Iglesia católica: "La fe es un acto personal: es la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela a sí mismo" .

La palabra Iglesia (del griego “ekklèsia”) significa “convocación”. Es el término frecuentemente utilizado en el texto griego de Antiguo Testamento para designar la asamblea del pueblo elegido en la presencia de Dios, sobre todo cuando se trata de la asamblea del Sinaí, en donde Israel recibió la ley y fue constituido por Dios como pueblo santo. Dándose a sí misma el nombre de «Iglesia», la primera comunidad de los que creían en Cristo se reconoce heredera de aquella asamblea. En ella Dios «convoca» a su Pueblo desde todos los confines de la tierra. El término kyriaché, del que se derivan las palabras church en inglés, y kirche en alemán, significa «la que pertenece al Señor».

La palabra «Iglesia» designa la comunidad universal de los fieles, también la comunidad local y la asamblea litúrgica. Estas tres significaciones son inseparables. La Iglesia de Dios existe en las comunidades locales y se realiza como asamblea litúrgica, sobre todo eucarística. La Iglesia vive de la Palabra y del Cuerpo de Cristo y de esta manera viene a ser ella misma Cuerpo de Cristo.

La Iglesia está “prefigurada en la creación, preparada en la Antigua Alianza, fundada por las palabras y las obras de Jesucristo, realizada por su cruz redendora y su Resurrección, se manifiesta como misterio de salvación por la efusión del Espíritu Santo. Quedará consumada en la gloria del cielo como asamblea de todos los redimidos de la tierra. La Iglesia es a la vez visible y espiritual, sociedad jerárquica y cuerpo místico de Cristo. Es una, formada por un doble elemento humano y divino. Ahí está su Misterio que sólo la fe puede aceptar. La Iglesia es, en este mundo, el sacramento de la salvación, el signo y el instrumento de la comunión con Dios y entre los hombres.

Esta es la verdadera Iglesia de Cristo, y es católica, porque entre sus miembros los hay de todas las razas y creencias bajo el cielo de todas las naciones y castas, pueblos y lenguas; es santa, porque sus miembros se están esforzando para hacer sus vidas más santas y mejores; es apostólica, porque en verdad todos sus miembros son apóstoles, «hombres enviados» (aunque muchos de ellos no lo saben) por el gran Poder que todo lo guía, para que sean su expresión en la tierra, Sus emisarios para que ayuden á sus hermanos más ignorantes, con el precepto y el ejemplo, para que aprendan la lección de importancia capital que ya ellos han hecho parte de sus propias vidas. Y cualesquiera que sean sus divisiones exteriores, esta Iglesia es fundamentalmente una «escogida de entre todas las naciones, y, sin embargo, una sobre la tierra», una en esencia, aunque pueden transcurrir muchos siglos antes de que todos sus miembros se den cuenta de su unidad espiritual.

●  La Iglesia es una: Tiene un solo Señor, confiesa una sola fe, nace de un solo Bautismo, no forma mas que un solo Cuerpo, vivificado por un solo Espíritu, orientado a una única esperanza a cuyo término se superarán todas las divisiones.

 ●  La Iglesia es santa: Dios santísimo es su autor; Cristo, su Esposo, se entregó por ella para santificarla; el Espíritu de santidad la vivifica. Aunque comprenda pecadores ella es inmaculada. En los santos brilla su santidad, en María es ya la enteramente santa.

 ●  La Iglesia es católica: Anuncia la totalidad de la fe; lleva en sí y administra la plenitud de los medios de salvación; es enviada a todos los pueblos; se dirige a todos los hombres; abarca todos los tiempos; es, por su propia naturaleza, misionera. 

 ●  La Iglesia es apostólica: Está edificada sobre sólidos cimientos: los doce Apóstoles del Cordero; es indestructible; se mantiene infaliblemente en la verdad: Cristo la gobierna por medio de Pedro y los demás Apóstoles, presentes en sus sucesores, el Papa y el Colegio de los obispos.

La única Iglesia de Cristo, de la que confesamos en el Credo que es una, santa, católica y apostólica (...) subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él, aunque sin duda, fuera de su estructura visible, pueden encontrarse muchos elementos de santificación y de verdad” (Lumen gentium n. 8).

La Iglesia Católica tiene un cuerpo de más o menos 1100 millones de personas, casi la mitad de los cristianos y el 17% de la población mundial. Estos son algunos de los números que se desprenden de un estudio del Pew Forum of Religión and Public Life acerca de la situación del catolicismo actual. Continúan algunas constantes: regresión en Europa y Latinoamérica, fuerte avance en África, ligera subida en Asia y mínimo descenso en Oriente Próximo. Globalmente, los miembros de la Iglesia se han triplicado en el último siglo, aunque el resto del mundo ha crecido a un ritmo similar.

Dentro de la distribución de miembros de la Iglesia por todo el globo de 100 años a este punto, Europa ha pasado de un 65 a un 24%, mientras que Latinoamérica toma el mando subiendo del 24 al 39%. El África subsahariana se dispara desde unos dos millones de católicos en 1910 hasta los 170 millones actuales, mientras que en la cuna del cristianismo las guerras y la difícil convivencia con los musulmanes ha reducido al mínimo el número de creyentes.

En comparación con 1910, los católicos decrecen porcentualmente en Europa (de 44 a 35) y en Latinoamérica (de 90 a 76), justo lo contrario de lo que ocurre en África (de 1 a 21) y en Norteamérica (de 16 a 26). En Asia aumentan ligeramente (de 1 a 3%), mientras que en Oriente Medio y Próximo pierden otro punto (de 3 a 2). Las causas varían dependiendo de la localización, pero se advierte que el futuro viene por el sur y el este. La elección del cardenal Ratzinger como Papa apuntaba, en aquellos años a frenar la caída de fieles en el Viejo Continente y en la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro se buscó reforzar y renovar la presencia del rebaño de Cristo en Suramérica.

En algunas plazas históricas del Nuevo Mundo, la pérdida es considerablemente veloz. Brasil ha bajado en la primera década del siglo XXI nueve puntos porcentuales hasta un 65% y México se ha dejado otro cuatro puntos, aunque mantiene un considerable porcentaje (82.7%) por el menor efecto del protestantismo. Ambos siguen como los dos países con mayor número de católicos, por delante de Filipinas y Estados Unidos.

Pese a todo, también existen signos positivos. Al margen de que no importa tanto la cantidad como la virtud y santidad de los católicos, el número avanza anualmente, al ritmo al que lo hace la población mundial. Y los continentes asiático y africano albergan grandes esperanzas, a la vez que Latinoamérica y Europa constituyen un reto permanente.

Después de haber hablado de la Iglesia, de su origen, de su misión y de su destino, no se puede concluir mejor que volviendo la mirada a María para contemplar en ella lo que es la Iglesia en su Misterio, en su "peregrinación de la fe", y lo que será al final de su marcha, donde le espera, "para la gloria de la Santísima e indivisible Trinidad", "en comunión con todos los santos" (LG 69), aquella a quien la Iglesia venera como la Madre de su Señor y como su propia Madre:

Entre tanto, la Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. También en este mundo, hasta que llegue el día del Señor, brilla ante el Pueblo de Dios en Marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo (LG 68). Al pronunciar el "fiat" de la Anunciación y al dar su consentimiento al Misterio de la Encarnación, María colabora ya en toda la obra que debe llevar a cabo su Hijo. Ella es madre allí donde El es Salvador y Cabeza del Cuerpo místico.

La Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde ella participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los miembros de su Cuerpo. Creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo ejercitando su oficio materno con respecto a los miembros de Cristo.

Alfredo Delgado Rangel, M.C.I.U.

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