Hoy celebramos la memoria litúrgica de la beata Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, la fundadora de la Familia Inesiana a la cual pertenecemos los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal, instituto del que formo partes desde 1980. Todos estos días de este año litúrgico 2019-2020, he procurado cada día hablar un poco de alguno de los santos y beatos que se celebran. ¡Se imaginan el día de hoy, en que la festejada es mi Madre fundadora! ¡No terminaría de hablar de ella! Solamente daré unas pinceladas de su vida, rasgos de su espíritu y espiritualidad que nos han marcado a muchos, en especial, a quienes formamos parte de su obra misionera. De origen mexicano, la madre María Inés Teresa Arias, nació en Ixtlán del Río, Nayarit, el 7 de julio de 1904. La bautizaron con el nombre de Manuelita de Jesús y creció dentro del ambiente de una familia cristiana. Recibió una excelente educación y formación católica, siendo muy querida y aceptada especialmente por su alegría, sencillez y caridad. Debido a la ocupación de su padre: Juez de Distrito, la familia Arias Espinosa vivió en diferentes ciudades: Tepic, Mazatlán, Guadalajara, etc. Durante algún tiempo trabajó en una institución bancaria en la ciudad de Mazatlán.
En octubre de 1924, durante la celebración del Congreso Eucarístico Nacional en México, Jesús tocó fuertemente su corazón y desde ese momento no pensó otra cosa que «ser toda de su Dios», atraída fuertemente por Jesús en la Eucaristía. En los tiempos muy difíciles de la persecución religiosa en México, Manuelita se consagró al Amor Misericordioso de Dios como víctima de holocausto, ofreciéndose por la salvación de México y del mundo entero. Con la lectura de «Historia de un Alma» de Santa Teresita del Niño Jesús, Manuelita decidió ingresar a la Vida Religiosa para ser como la Santita de Lisieux: Misionera secreta por la oración y el sacrificio. Su vida desde entonces fue totalmente Eucarística y Misionera. Exclamando «Mi corazón se fue tras Él», ingresó con las Clarisas Sacramentarias del «Ave María» el 7 de junio de 1929, cuyo Monasterio se encontraba exiliado en Los Ángeles, California. El 8 de diciembre del mismo año inició el noviciado, en donde recibió el nombre de Sor María Inés Teresa del Santísimo Sacramento. Un año más tarde, el 12 de diciembre de 1930 estando aún en Los Ángeles, California, hizo su Profesión Religiosa y en este día vivió una fuerte experiencia espiritual que nunca olvidaría. De labios de una imagen de la Virgen de Guadalupe percibió estas palabras: «Si entra en los designios de Dios servirse de ti para las obras de apostolado, me comprometo a acompañarte en todos tus pasos, poniendo en tus labios la palabra persuasiva que ablande los corazones, y en estos la gracia que necesiten; me comprometo además, por los méritos de mi Hijo, a dar a todos aquellos con los que tuvieres alguna relación, y aunque sea tan sólo en espíritu, la gracia santificante y la perseverancia final…»
Esta experiencia mariana marcó fuertemente su vocación misionera. En medio de la austeridad y pobreza del claustro, se dedicó a ser misionera contemplativa para salvar almas. En 1933 habiendo regresado la comunidad a México, Sor Ma. Inés Teresa del Santísimo Sacramento emitió sus Votos Perpetuos. Su ideal misionero fue creciendo y en el silencio de la oración y el trabajo se fue preparando la obra misionera que Dios le había inspirado a través de aquella Promesa de la Santísima Virgen de Guadalupe. En agosto de 1945, la Madre María Inés salió de la clausura para fundar la obra misionera, luego, con el tiempo, Dios siguió tocando a la puerta del corazón de Madre Inés y fueron naciendo las demás obras que ahora forman la llamada «FAMILIA INESIANA» que bajo el lema adoptado por ella misma: “Oportet Illum Regnare”, es decir: “Es urgente que Cristo reine” (1 Cor 15,25), se encuentra esparcida en el mundo entero, llevando la palabra de Dios bajo el carisma «Misionero-Contemplativo» que el Espíritu Santo suscitó en la beata, viviendo en alegría y sencillez una espiritualidad eucarística, sacerdotal, mariana y misionera. La Madre Inés murió como había vivido: en serenidad, sencillez y abandono en las manos del Padre, el 22 de julio de 1981, en la ciudad de Roma. Su vida fue un himno de amor y gratitud a la Santísima Trinidad. Fue beatificada el 21 de abril de 2012 en la Basílica de Guadalupe de Ciudad de México. Que María Santísima, la Dulce Morenita del Tepeyac a quien ella siempre amó, nos ayude a nosotros a dar desde nuestra propia miseria —como nos recuerda el Evangelio de hoy (Mt 7,15)— y a invertir bien el tiempo que pasemos aquí en la tierra para que todos conozcan y amen a Dios. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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