sábado, 6 de junio de 2020

«EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS Y LA DIVINA MISERICORDIA»... Un tema de retiro

Inspirados en las palabras que nuestro Señor Jesucristo, señalando con el dedo su Corazón le dijo a Santa Margarita María de Alacoque: «Mira este Corazón que tanto ha amado a los hombres y a cambio no recibe de ellos más que ultrajes y desprecio. Tú, al menos, ámame», iniciamos esta reflexión para estar con Él y así conocerlo, amarlo y servirlo más y mejor. Quisiera que nuestra reflexión fuera un tiempo de encuentro con Dios principalmente en la oración y en el silencio para dejar que Él nos hable de Corazón a corazón. El Papa Francisco, en una sus homilías, nos da la pauta para comenzar nuestra meditación. Él afirma: «Jesús no vino a conquistar a los hombres como los reyes y los poderosos de este mundo, sino que vino a ofrecer amor con mansedumbre y humildad. Así se definió a sí mismo: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29)... descubramos cada vez más y que nos envuelva la fidelidad humilde y la mansedumbre del amor de Cristo, revelación de la misericordia del Padre. Podemos experimentar y gustar la ternura de este amor en cada estación de la vida: en el tiempo de la alegría y en el de la tristeza, en el tiempo de la salud y en el de la enfermedad y la dificultad.» (Papa Francisco, Cf Homilía 27 de junio de 2014).

La devoción al Corazón de Jesús ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesia, desde que se meditaba en el costado y el Corazón abierto de Jesús, de donde salió sangre y agua. La piedad popular valoriza mucho los símbolos, y el Corazón de Jesús es el símbolo por excelencia de la misericordia de Dios; pero no es un símbolo imaginario, es un símbolo real, que representa el centro, la fuente de la que ha brotado la salvación para la humanidad.

De ese Corazón nació la Iglesia y por ese Corazón se abrieron las puertas del Cielo. Para los miembros de la Familia Inesiana, esta devoción es vital, pues somos hijos de un corazón que depositó toda su confianza en el Sagrado Corazón de Jesús. Para la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, el amor y la devoción al Sagrado Corazón es algo vital en la vida. En una de sus cartas apunta: «No olviden hijos que, el Sagrado Corazón de Jesús ha sido para nuestra familia misionera ayuda, sostén, amor, fidelidad, amparo, etc. Sigamos confiando en él, sobre todas las cosas.» (Carta a las hermanas de Africa, Roma, abril 30 de 1973). Leyendo muchos de los escritos de la beata, se percibe que todo en ella gira entorno al amor de Cristo, o sea, de su Corazón. Ella vivía «de corazón a corazón» en los intereses de Cristo para amarle y hacerle amar y le decía: «Déjame vivir y morir en tu amante Corazón» (Lira del Corazón). De hecho su jaculatoria preferida era «Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío».

El corazón de nuestro Redentor, simboliza y expresa su amor misericordioso hacia toda la humanidad, porque significa la caridad sobrenatural y recíproca, que difunde, por medio de su Espíritu, en nuestros corazones. Pero esta caridad recíproca está polarizada por el ejercicio del primer mandamiento. Amamos a los hombres por amor del hombre Jesús, el Hijo de Dios. El segundo mandamiento está finalizado totalmente por el primero, que es mayor (cf. Mt 22, 38). Y este primer mandamiento se refiere inseparablemente al amor debido al Hijo y al Padre, que son uno (Jn 10, 30) en el Espíritu. El que me ama, dice Jesús, ama al Padre (cf. Jn 14, 9). Y así, el mismo Cristo quiere que amemos a los hombres por amor suyo y del Padre (cf. Jn 8, 42; 14, 21). Jesús se presenta a sí mismo como el modelo de este triple amor. Nadie nunca amó a su prójimo como él lo ha hecho. Del Sagrado Corazón de Jesús, brota su amor misericordioso por el género humano, que se transforma en Divina Misericordia al contacto con sus miserias, pobrezas, carencias y necesidades, para remediarlas y darle la salvación.

La imagen del Sagrado Corazón, nos recuerda fundamentalmente el amor de Jesucristo hacia los hombres, el amor del Verbo encarnado hacia los hijos de Dios, a pesar de nuestra pequeñez: «porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). La beata María Inés Teresa, en sus escritos anota: «¡Cuán miserable es este pequeño corazón mío! No obstante, así lo ama Nuestro Señor... el Corazón de Jesús se desborda» (Experiencias Espirituales).

El Corazón de Jesús se presenta, así, como una parte viva de su divino Cuerpo y como símbolo de ese Amor, pues tradicionalmente se ha identificado el órgano del corazón como el lugar donde reside el sentimiento del amor: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza» (Dt 6,5).

Cuando hablamos del Sagrado Corazón de Jesús, hablamos de un corazón de carne, que nos recuerda que Dios se hizo hombre y que vivió entre nosotros como uno de tantos: «Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos» (Flp 2,6-7). Por esta razón, habitualmente, ese corazón aparece herido, para recordarnos que Jesús, no sólo nos amó, sino que también sufrió y murió por nosotros: «Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2,7-8).

En los Evangelios encontramos diversas referencias al Corazón de Jesús. En el Evangelio de San Mateo, Cristo dice: «Venid a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad mi yugo y aprended de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontraréis vuestro alivio».

En el Evangelio de San Juan, encontramos la imagen del costado abierto de Cristo en la cruz, del que mana sangre y agua, al ser traspasado por la lanza del soldado: «Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua» (Jn 19,33-34) —sangre y agua, los dos rayos que caracterizan la imagen de la Divina Misericordia, uno rojo y otro blanco—. Así, pues, junto con la Cruz, el Corazón de Jesús constituye uno de los principales emblemas del don más precioso que Dios ha concedido a los hombres: su infinita misericordia. San Juan testimonia de hecho aquello que vio en el Calvario, o sea que un soldado, cuando Jesús ya estaba muerto, le atravesó el costado con la lanza, y enseguida brotó sangre y agua y reconoció en aquel signo, aparentemente casual, el cumplimiento de las profecías: del corazón de Jesús, Cordero inmolado sobre la cruz, brota la misericordia y la vida para todos los hombres.

La palabra misericordia, tiene su origen en dos palabras del latín: «miserere», que significa tener compasión, y «cor», que significa corazón. Ser misericordioso es tener un corazón compasivo. La misericordia, junto con el gozo y la paz, son efectos del amor. Y por eso al contemplar el Sagrado Corazón de Jesús pensamos inmediatamente en su infinita misericordia. Dice la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento: «Eternamente cantaré las misericordias del Señor para conmigo, pues me ha colmado de ellas, con ellas me ha precedido desde antes de venir a este mundo, y durante mi vida me has seguido a todas partes, haciéndomelas sentir en un día memorable, exquisitamente tiernas, inmensamente grandes, desbordantes de amor…» (Misericordias Domini in aternum cantabo).

De esta manera, podemos ver con claridad que el Sagrado Corazón de Jesús es la fuente de la Divina Misericordia y, por tanto, las devociones al Sagrado Corazón de Jesús y a la Divina Misericordia son absolutamente inseparables, pues comparten un mismo centro: el amor y la misericordia insondables del Corazón de Cristo. Por eso muchos santos y beatos han experimentado ese amor y misericordia del Corazón de Jesús y, además, recibido la gracia y la misión de ser canales vivos de ese amor y de esa misericordia.

Del Corazón de Jesús fluye un Amor Misericordioso. Así, santa Faustina Kowalska dirá: «Oh, Jesús, es a través de tu Corazón Compasivo, como a través de un cristal, que los rayos de la Divina Misericordia llegan a nosotros» (Diario # 1533), mientras que santa Margarita, refiriéndose a una de sus apariciones dirá: «Se hallaba expuesto el Santísimo Sacramento, Jesucristo, mi Amado, se presentó delante de mí todo resplandeciente y transparente como el cristal. Con sus cinco llagas brillantes, como cinco soles, y despidiendo rayos de luz de todas partes, pero, sobre todo, de su adorable pecho, que parecía un horno encendido; y, habiéndose abierto, me descubrió su amante y amable Corazón».

En sus revelaciones, el Sagrado Corazón de Jesús manifiesta que es menester revelar su Corazón cuando el mundo se enfría en el amor y que es como un último remedio. Así le dirá a santa Margarita que la revelación de su Corazón es como un último esfuerzo de su amor en estos últimos siglos, para calentar a un mundo frío e intentar salvar las almas que se pierden, y, también, como una fuente abundante de bendiciones y un medio seguro de calmar la justicia divina y de alcanzar misericordia de Dios. A santa Faustina le dirá: «Deseo que mi Misericordia sea conocida y venerada; le doy a la humanidad la última tabla de salvación, es decir, el refugio en Mi Misericordia» (Diario n° 998).

En su encíclica sobre el Sagrado Corazón «Haurietis Aquas» (Beberéis aguas) el venerable Papa Pío XII nos recuerda que del Corazón de Jesús fluyen grandes corrientes de agua y salvación, y constata con pesar: «Cuántos hermanos sedientos, en busca de agua, van a las fuentes falsas: “han cambiado el agua cristalina de la fuente, por los charcos sucios” (Jeremias 2,13)». El profeta Zacarías, ciertamente nos recuerda que sólo existe una fuente abierta de salvación: «Aquel día habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para lavar el pecado y la impureza. Aquel día extirparé de esta tierra los nombres de los ídolos y el espíritu de impureza los quitaré de esta tierra» (Zacarias 13,1-2). Y esa fuente abierta de salvación es el Corazón Traspasado de Cristo Jesús, de donde brotan sangre y agua, para nuestra liberación del pecado y la purificación de todas nuestras inmundicias.

La misericordia de Jesús, como podemos ver, no es solo un sentimiento de su corazón, porque como decía Benedicto XVI en su encíclica «Deus Caritas est» «Los sentimientos van y vienen. La sensación puede ser una maravillosa chispa inicial, pero no es la totalidad del amor». La miserocrdia de Jesús es más, es una fuerza que brota de su Sagrado Corazón y da vida, ¡vida que resucita al hombre! Nos lo dice el Evangelio de San Lucas, en el episodio de la viuda de Naím (Lc 7,11-15): Jesús acompañado de sus discípulos está llegando justamente a esa ciudad, un pueblo de Galilea, en el momento en el que llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda.

La mirada de Jesús se fijó inmediatamente en la mujer que lloraba desconsolada. Dice san Lucas: «Al verla, el Señor se conmovió». Esta «compasión» es el amor de Dios por el hombre, es la misericordia, o sea la actitud del Sagrado Corazón de Jesús en contacto con la miseria humana, con nuestra indigencia, con nuestro sufrimiento, con nuestra angustia.

El término bíblico «compasión» evoca las entrañas maternas: de hecho, la madre experimenta una reacción exclusivamente suya frente al dolor de los hijos. Y ¿cuál es el fruto de este amor? ¡Es la vida! Jesús dice a la viuda: «¡No llores!», luego llamó al muchacho muerto y lo despertó como de un sueño.

Movidos por el Espíritu Santo dirijamos nuestra mirada hacia el Sagrado Corazón de Jesús bajo su aspecto de Misericordia, y recordemos siempre que la devoción a la Divina Misericordia fluye del Sagrado Corazón. Cuando miramos fijamente al Sagrado Corazón de Jesús, aparece ante nuestros ojos María, la Madre de Jesús y Madre nuestra, señalándonos su Inmaculado Corazón. Un corazón que arde de amor divino y que es modelo del nuestro, un corazón que rodeado de rosas blancas nos muestra su pureza total y que atravesado por una espada nos invita a vivir el sendero del dolor y de la alegría que brota de este amante Corazón de Jesús.

Padre Alfredo.

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