jueves, 11 de junio de 2020

«Jueves de Corpus»... Un pequeño pensamiento para hoy


En medio del «ayuno eucarístico» que vive la inmensa mayoría de la Iglesia por la pandemia que estamos atravesando, celebramos en México y en otras naciones del mundo la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Me viene a la mente ahora que siempre se nos ha enseñado que la celebración eucarística es una garantía de la resurrección, por eso, la Eucaristía es la celebración de la vida. La comunidad cristiana, ordinariamente se congrega para comer la carne de Cristo y beber su sangre para dar señales de optimismo renovador y liberador al mundo. La Eucaristía es un estímulo para todo proyecto que vaya a favor de la vida, de la libertad y del verdadero progreso total de la humanidad. Pero, en este 2020, el «Jueves de Corpus» como se le conoce, reviste una dimensión muy especial porque la mayoría no podrá acercarse a comer y a beber el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Yo creo que en este tiempo de emergencia, en el que por el coronavirus los templos han permanecido abiertos para adorar a Jesús Eucaristía pero en los cuales no se celebra más que de forma privada por los sacerdotes la Santa Misa, debemos, como comunidad de discípulos–misioneros de Cristo, vivir nuestra fe desde una dimensión más espiritual, mas unidos al Señor y a nuestros Hermanos desde donde estemos.

Jesús se hace presente en nosotros y nosotros nos hacemos presentes a Jesús a través de la comida fraternal del pan y del vino; pero también en la «Comunión Espiritual» y a través de la puesta en común de nuestros bienes, nuestras personas, nuestros dones e indigencias, nuestra oración de unos por otros. Todo esto debe significar la fiesta del Jueves de Corpus, Un banquete eucarístico que trasciende lo visible de Jesús en la Hostia Consagrada para sentirnos todos unidos a la misma mesa de una manera espiritual. Y es que Jesús dice a la samaritana en el evangelio de Juan, en el capítulo 4, que el culto cristiano es «en espíritu y en verdad». Por eso, en cualquier lugar y situación el creyente puede encontrarse con Dios y sentir la unión, la comunión de manera espiritual. Como digo, los templos no están cerrados y se puede ir a adorar a Jesús en la Eucaristía. Es más, en algunas comunidades habrá procesiones por las calles para que pase la Eucaristía por allí, pero no nos debemos sentir lejanos si no podemos ir al Templo o si por nuestra calle no pasará la procesión con Jesús Eucaristía. Tenemos el regalo de la comunión espiritual que nos debe unir al sentir de los católicos del mundo entero, en particular a los enfermos portadores del virus y a las personas que los atienden y cuidan de ellos desde muchos frentes; el Papa Francisco dijo en la oración del Ángelus del domingo 15 de marzo que «en esta situación de pandemia, en la que nos encontramos viviendo más o menos aislados, estamos invitados a redescubrir y profundizar el valor de la comunión que une a todos los miembros de la Iglesia. Unidos a Cristo nunca estamos solos, sino que formamos un solo Cuerpo, del cual Él es la Cabeza. Es una unión que se alimenta de la oración, y también de la comunión espiritual, una práctica muy recomendada cuando no es posible recibir el Sacramento. Digo esto para todos, especialmente para la gente que vive sola» —afirmó el Papa—.

¡Qué hermosa visión de la Eucaristía nos hace ver el Papa Francisco! No se trata de entender la comunión sólo como «mi comunión», asunto privado entre Jesús y mi alma. La comunión sólo es auténtica cuando no se privatiza y se apropia, cuando comulgar con Cristo significa también comulgar con los hermanos, más aún, con todos los hombres y mujeres del mundo que estamos inmersos en una situación sin precedentes. Comer y beber la carne y la sangre de Jesús es en medio de esta pandemia de coronavirus alimentarse y fortalecerse espiritualmente en el Señor para alimentar a una Humanidad raquítica que sufre por el peso de la enfermedad y todo lo que esto acarrea. En el Evangelio de hoy (Jn 6,51-58), Jesús expone la condición necesaria para crear la sociedad que Dios quiere para el hombre —que es la única que le permitirá una vida plenamente humana y cumplir el proyecto de Dios para la creación—: el amor de todos y cada uno de los hombres por todos y cada uno de los hombres, sin regatear nada, sin escamotear nada; el mismo Jesús está dando al hombre, en su carne y su sangre, la posibilidad de esa vida construida sobre ese amor total. No tomamos en serio la comunión, si no tomamos en serio la vida con las adversidades que ésta puede tener, como la que estamos viviendo. Este Jueves de Corpus, necesitamos, desde una inmensa diversidad de hogares, comulgar espiritualmente y rogar al Señor que se apiade de nosotros para que pronto podamos volver a vivir la Eucaristía. Que María Santísima, la mujer que en Belén —La Casa del Pan— nos dio a Jesús, nos ayude para caminar en medio de este infortunio con ojos de fe y una esperanza viva en el Señor. ¡Bendecido Jueves de Corpus!

Padre Alfredo.

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