He estado pensando, en estos días, en lo andariego que como misionero he sido y que por esta pandemia casi cumplo ya 5 meses de estar encerrado y convertirme en un cura de claustro. El otro día el señor obispo me recordaba que la patrona de los misioneros es santa Teresita del Niño Jesús que nunca salió del claustro... así, me animó a seguir viviendo y ofreciendo mi santo encierro que se viene prolongando desde los últimos días del mes de febrero. Lo cierto es que la vida, a muchos de nosotros, nos ha cambiado de manera drástica en los últimos tiempos debido a esta catástrofe que la humanidad está viviendo. La experiencia de los meses de pandemia, hasta hoy, nos ha mostrado que somos capaces de vivir de manera diferente a como lo hubiéramos soñado... ¡un misionero encerrado por casi cinco meses que ahora comparte la fe en WhatsApp, en sus blogs y en Facebook más, mucho más que de manera presencial.
San Juan Pablo II decía que la evangelización es nueva cuando se realiza con nuevo lenguaje, nuevo ardor, nuevos métodos y eso es lo que no sólo yo por supuesto, sino muchos discípulos–misioneros de Cristo estamos haciendo. El Evangelio está llegando al corazón de muchas familias gracias a las redes sociales. ¡El rezo de mi Rosario diario alcanza a veces más de mil reproducciones!, quién iba a imaginarlo. Es hermoso saber que en medio de la tragedia de la Covid-19 la iglesia no está cerrada, la fe no está cerrada y tampoco la pastoral está cerrada. Hay ciertamente un nuevo lenguaje para llevar la Buena Nueva con un ardor nuevo utilizando métodos innovadores en las redes. En la historia de la Iglesia, no ha habido ninguna situación que le haya impedido anunciar a Jesucristo. Inclusive en momentos de persecución de los cristianos, se ha hecho el anuncio de Jesucristo. Tampoco la pandemia de coronavirus ha logrado impedir el anuncio del Reino de Dios. Cada tiempo, cada época, cada realidad, requiere métodos apropiados de acuerdo a la situación que se vive. La situación de coronavirus nos llama a aplicar métodos de evangelización donde los evangelizadores no se ponen en peligro ni tampoco los feligreses y aquí seguimos en la Iglesia militante.
El Evangelio nos anima cada día. Su espíritu nos impregna cada día y nos invita a seguir a Jesús haciendo a un lado y superando cuanto obstáculo pueda aparecer, obstáculos de cerca o de lejos, de fuera o de dentro de la misma comunidad. El anuncio de la Buena Nueva es el camino que nosotros queremos seguir. Es el camino que a nosotros nos ha tocado el corazón y nos ha cautivado por dentro haciéndonos capaces de dejar todo lo que estorbe para seguir a Jesús y proclamar su Buena Nueva con valentía (Mt 10,37-42). Si en el pasado resonaban, en aquellos tiempos antiguos las homilías de san Ireneo en los púlpitos, repasando y actualizando la Palabra de Dios, hoy nosotros, como este santo al que la Iglesia celebra el día de hoy, hemos de llegar con el mensaje de salvación en las redes. ¿Qué tiene que hacer un laico, un cura y una monja en el WhatsApp, en Instagram, en LinkedIn, en el Twitter y en Facebook? Lo que harían los grandes predicadores de aquellos años de antaño pero ahora utilizando estos medios maravillosos. En el corazón de la vida del cristiano está Jesús y debe seguir siendo anunciado con este nuevo lenguaje, con un nuevo ardor y aprovechando estos métodos que tenemos al alcance. Que María Santísima, que se encaminó presurosa a llevar la Buena Nueva, nos ayude. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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