La oración del «Padre Nuestro» (Mt 6,7-15; Lc 11, 1-4) refleja el latido filial y lleno de confianza del corazón de Jesucristo. Jesús nos regaló y entregó esta oración del padrenuestro para que fuera nuestra oración, y hemos de pronunciarla y decirla en su espíritu y de su mano. Así evitaremos la rutina, la costumbre, el cansancio... Por eso podemos decir que el Padre nuestro es la oración del hombre redimido por Jesucristo y hecho hijo de Dios. Es nuestro gran tesoro. El padrenuestro en la versión de san Mateo, que es la que el Evangelio de hoy nos presenta, es la forma más amplia y tiene siete enunciados: «Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino, hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del Mal». Podemos orar con la oración que nos dio Jesús en el Padrenuestro gracias a la acción del Espíritu; con su impulso podemos descubrir y proclamar que Dios es nuestro abbá: «ustedes recibieron un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡abba, Padre!» (Rm 8,15; cf. Ga 4,6). El Espíritu de Dios que es un espíritu de filiación y no de temor (cf. Rm 8,15) mueve a los fieles a orar con la familiaridad de un hijo que habla con su padre.
La oración del Padrenuestro, es una oración trinitaria. El Papa Emérito, Benedicto XVI, cuando comenta el Padrenuestro afirma: «Dado que el Padrenuestro es una oración de Jesús, se trata de una oración trinitaria: con Cristo mediante el Espíritu Santo oramos al Padre» (Jdn, 169). Es una oración personal y eclesial. Rezamos el Padrenuestro con todo nuestro corazón, pero a la vez en comunión con toda la Iglesia, la familia de Dios, con los vivos y con los difuntos, con los de cerca y con los de lejos… Es una oración que pone de relieve la cercanía amorosa del Padre a los discípulos de su Hijo como lo muestra el que se le pida el sustento de cada día, el perdón de los pecados, la ayuda para superar la tentación y perseverar hasta el fin de la historia en la fe y en el amor a Dios. El Padrenuestro, a pesar de ser tan breve, no es una simple oración; es una síntesis de todo lo que Jesús vivió y sintió a propósito de Dios, del mundo y de sus discípulos, eso que nosotros, que somos sus discípulos–misioneros debemos vivir. En torno a estos temas giran las siete peticiones en las que Mateo construyó la oración y debe girar nuestra vida.
Los santos y los beatos son los grandes profesionales del Padrenuestro. Sólo desde la centralidad de Dios en la existencia que marca esta preciosa oración, pueden adquirir sentido las necesidades propias de la persona y de la comunidad. La necesidad de santificar el nombre de Dios, la urgencia de que ya llegue el Reino, la tarea de hacer cada día la voluntad del Padre, la petición del pan para todos, la creación de un ámbito de perdón y la fuerza necesaria para vencer el mal en la propia vida son intereses primordiales de la vida del cristiano. Hoy nos quedamos con el ejemplo de dos santos que se propusieron vivir en plenitud el Padrenuestro, son los hermanos gemelos san Marcos y san Marcelino, que en Roma, durante la persecución del emperador Diocleciano sufrieron el martirio. Se sabe que fueron apresados y encerrados en un calabozo y sabían por su profunda fe que el martirio era el único objeto de toda su ambición, esperando que el Señor les concediera la gracia de derramar su sangre y dar la vida por su gloria. Fueron condenados a los azotes, a pesar de que su familia les aconsejaba que renegaran del cristianismo y que en secreto lo ejercieran, pero ellos no se dejaron amilanar por el castigo y dieron la vida. Pidamos su intercesión y la de la Santísima Virgen María para que, motivados por el Padrenuestro, nosotros también seamos capaces de amar al Señor con toda el alma y con todo el corazón. ¡Bendecido jueves eucarístico y sacerdotal!
Padre Alfredo.
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