jueves, 28 de febrero de 2019

«El contraste con lo mundano»... Un pequeño pensamiento para hoy



Dicen que cuando uno vive a tope, el aburrimiento se vuelve incomprensible y se mantiene viva la capacidad de admiración. Y vaya que es verdad. Cada miércoles, como el día de ayer, yo hago un alto en la semana y tomo lo que nuestros vecinos del norte llaman el «day off», un día de descanso para hacer algo diferente del resto de los días de la semana, que, en mi caso, están llenos de sorpresas en el ministerio sacerdotal de un misionero que lucha por vivir así, a tope. Pero el miércoles, tampoco encuentro tiempo para aburrirme pues siempre hay algo interesante o novedoso que hacer. Ayer, por ejemplo, luego de celebrar la Misa de 8 de la mañana y de ir a mi rutina de ejercicios correspondiente al día, me encaminé a encontrarme con Magnolia y Lucio para conocer Milpa Alta, una de las alcaldías más lejanas de CDMX y de las más pintorescas. Uno olvida por completo que está en la enorme selva de cemento para sumergirse entre las nopaleras que rodean la cabecera de este lugar integrado por 12 pueblos casi todos fundados en el siglo XVI y que conservan un cúmulo de tradiciones que se palpan al atravesarlos por sus calles principales. 

Allá pasamos gran parte del día, pues mis amigos y hermanos Vanclaristas tenían la ilusión de que conociera el lugar. Desde que fuimos entrando al centro de Milpa Alta me llamó la atención la cruz que está sobre la cúpula de la Iglesia principal que es del tiempo de la conquista, y es que está inclinada desde el temblor del 19 de septiembre del 2017, por lo cual permanece cerrada, pero por fuera y lo poco que se puede ver del claustro, deja ver una belleza impresionante, con un contrafuerte muy singular, de un estilo que no había visto, todo al estilo de aquellas construcciones que los conquistadores hicieron edificar 10 o 15 años después de su llegada a estas tierras. Conocí el museo del lugar, un recinto pequeño, pero bien acondicionado en el que había una exposición de toda clase de insectos y algunas piezas arqueológicas encontradas en el lugar. Desde Milpa Alta la vista del volcán Iztaccihuatl es maravillosa. Pero ¿por qué me viene comentar algo de lo que hice ayer? Es que, al ver el salmo responsorial de hoy, que es el número uno, encuentro esta frase: «Dichoso aquel que no se guía por mundanos criterios» y me impresiona pensar en cómo lo mundano, eso que el papa Francisco llama simplemente así: «lo mundano», va ganando terreno y nos quita hasta el gozo del descanso. 

¡Con cuánta admiración puede contemplar ayer, entre otras cosas, a unos niños pequeñitos que jugaban en una de estas fuentes modernas en las que el agua brota, gracias a un sistema computarizado, al ras del suelo! Su sonrisa, junto a la alegría de los papás contrasta con «lo mundano» e invita a «volverse al Señor» (Eclo 5,1-10) y a olvidarse de «lo mundano». Con que sencillez se acercaban los marchantes en el mercado a ofrecernos su comida, frutas o cosas elaboradas por ellos, con que calidez fuimos atendidos en el restaurante en el que comimos y con que sonrisa despachó a Lucio el señor que nos vendió los cocoles, esos panecitos típicos de estos lugares. Con cuanta amabilidad tanta gente nos indicaba dónde quedaba tal o cual lugar... ¡Qué gusto ver la sal en el corazón de tanta gente cuando el sabor, en muchos de la gran ciudad que veo a diario, se ha perdido por el aburrimiento! Y digo la sal, por el Evangelio de hoy, que nos invita a ser la sal entre lo mundano (Mc 9,41-50). El Papa Francisco, entre tantas cosas que nos ha enseñado t señalado, nos dice que el espíritu mundano, «destruye la identidad cristiana» y que debemos cuidar nuestro espíritu cristiano, la identidad cristiana, que jamás es egoísta, que siempre trata de cuidar a los demás, de dar un buen ejemplo. Hoy hemos rezado también en el Salmo: «El Señor protege el camino de justo y al malo sus caminos acaban por perderlo». Yo le agradezco al Señor que, en un solo día, el de ayer, me haya permitido ver tanta gente buena y gozar de la sal de unas vidas en donde se ve que no hay espacio para la mundanidad y el aburrimiento. Yo creo que María no se aburrió nunca y claro que supo tener su «day off» disfrutando de las pequeñas cosas como yo ayer. Por eso, por la cena con Lucio, Magnolia y Marcela y por el día de ayer me siento muy agradecido y me quedo admirado de la misericordia de Dios. ¡Bendecido jueves para contemplar a Jesús en la Eucaristía y olvidarnos de la mundanidad! 

Padre Alfredo.

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