jueves, 14 de febrero de 2019

«La bendición del amor de familia»... Un pequeño pensamiento para hoy

Como si el salmista supiera que hoy en la sociedad es el día del amor y de la amistad, nos ofrece en la liturgia de la palabra un salmo bellísimo que enaltece el amor en la familia donde la piedad trae unidad, estabilidad y paz. Al salmo 127/128 le bastan solamente 43 palabras en hebrero para ofrecernos una especie de canción que bendice el amor en el matrimonio y la familia. El cuadro que la composición supone está lleno de amor, de paz, de luz, de serenidad. El salmista nos hace ir a la casa como nido familiar de amor y a la mesa en donde están sentados padre e hijos en donde se abre un horizonte hasta los confines de la ciudad santa, Jerusalén y con ello nos invita a anhelar esto para todas las familias. Precisamente por eso es común escuchar este cántico como salmo responsorial en la celebración de muchas ceremonias de bodas, pues rápidamente entró en la liturgia nupcial sinagogal y eclesial.

La partitura estructural del salmo es claramente visible. Se comienza con una bienaventuranza: «Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos» y habla de dos árboles emblemáticos en la cultura hebrea que la Iglesia recibe como herencia en su gran significado: la vida y el olivo. La vid es casi la insignia de Isarel (cf Is 5,1-7) y el olivo es emblema de prosperidad en el pueblo judío. La figura de la vid es aplicada por el autor del salmo a la madre de familia, como mujer fecunda y generadora que ama a la prole. Como un viñedo lozano, lleno de grandes racimos, rodeada de sus hijos numerosos en la mesa festiva llena de amor, es expresión de auténtica felicidad y de bienestar. El olivo es imagen de los hijos, llenos también de amor y savia , como lo es precisamente el majestuoso árbol del olivo, entre otras cosas, típico de la vegetación mediterránea de muchos hogares, como también recuerda Eurípides, quien en su obra «Medea» afirma también que «los hijos en la casa son agradables retoños». La bendición del amor familiar la pone el salmista «alrededor de su mesa», es decir, en la intimidad de la casa, extendiendo los efectos de ese amor en la familia «todos los días de tu vida» en una visión misionera del amor familiar que ha de extenderse fuera de casa. La familia, incluso desde aquellos tiempos ancestrales, no era concebida como una célula cerrada en sí misma, sino como una «comunidad de vida y amor» que es fecunda y que trasciende las fronteras del hogar para dar amor. ¡Bendito sea el Señor que en la familia nos deja la esencia del amor de Dios y el amor al prójimo! ¡Así imagino a la Sagrada Familia!

Hoy, por su parte, el libro del Génesis, después de habernos hablado de la creación de Adán, nos habla de la de Eva (Gn 2,18-25). Con un lenguaje lleno de encanto, si ayer eran las manos de un Dios alfarero las que modelaban al hombre, hoy son las de un cirujano las que extraen una costilla de Adán y forman a Eva. Dios es el que ha ideado lo de la compañía y la atracción de los sexos y el amor; que él es quien ha dicho que «no es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle a alguien como él, para que lo ayude». La mujer tiene el mismo origen que el hombre: las manos creadoras de Dios y así los dos están destinados en el plan de Dios a unirse y ser «una sola carne» y a engendrar vida nueva, el mayor milagro que puede pasar en la creación y la mejor manera de colaborar con el Dios de la vida y del amor. Bendecido jueves y, así, con el salmo 127/128 les digo: ¡Feliz día del amor y la amistad a todas las familias y amigos abrazándoles espiritualmente en mi corazón!

Padre Alfredo.

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