Hoy la Iglesia, al celebrar la Jornada Mundial del Enfermo nos invita a acercarnos a uno de los salmos más usados en la liturgia, el 103/104. Un poema que nos deja ver, en el corazón agradecido del salmista, una visión de Dios muy superior a la que tenían otras culturas del tiempo. El salmista se sabe amado y creado por Dios junto con todas las obras y prodigios de la naturaleza reconociendo la gran importancia de la doctrina bíblica de la creación que hoy nos presenta el Génesis (Gn 1,1-19) y que marca la diferencia entre el humanismo científico y lo que es pensar cristianamente. El salmo vierte en una bella poesía el esquema general de la creación en esta reflexión del primer libro de la Biblia y quiere agradar a Dios, que es el autor de la vida y quien ha hecho para nosotros todo cuanto conviene. Dios es inmenso y maravilloso y llena de luz nuestras vidas, de esa luz que ilumina nuestro andar por este mundo sellado muchas veces y para muchas personas por la enfermedad.
El autor del salmo no sabía del cúmulo de enfermedades que la ciencia ha ido descubriendo y que además, por diversas causas han ido apareciendo en el mundo. Ni lo sabía ni le interesaba. Él solo entendía de una cosa: que Dios es el creador y el mundo es la criatura, que Dios hace las cosas bien y para el bien de los que ama y que, en medio de todas las sorpresas Dios nos ama entrañablemente. En medio de todo lo que vamos viviendo cada día la creación entera suspira por la glorificación del ser humano, para «participar también ella de la libertad de los hijos de Dios» (Rom 8, 21). La Jornada Mundial del Enfermo, en este día en que celebramos a la Virgen de Lourdes lleva como lema: «Gratis habéis recibido; dad gratis» (Mt 10,8) y que se celebra solemnemente en Calcuta, allá en la India, para recordarnos —como dice el papa Francisco en su mensaje—que los gestos gratuitos de donación, como los del Buen Samaritano, son la vía más creíble para la evangelización. El cuidado de los enfermos requiere profesionalidad y ternura, expresiones de gratuidad, inmediatas y sencillas como la caricia, a través de las cuales se consigue que la otra persona se sienta «querida».
Tanto el salmo, como la primera lectura de hoy nos recuerdan que la vida es un don de Dios —y como advierte san Pablo—: «¿Tienes algo que no hayas recibido?» (1 Co 4,7). Precisamente porque es un don —dice el Papa—, la existencia no se puede considerar una mera posesión o una propiedad privada, sobre todo ante las conquistas de la medicina y de la biotecnología, que podrían llevar al hombre a ceder a la tentación de la manipulación del «árbol de la vida» (cf. Gn 3,24). El Papa eligió Calcuta como el lugar privilegiado este año para la celebración solemne de la jornada porque es la Santa Madre Teresa de Calcuta quien «nos ayuda a comprender que el único criterio de acción debe ser el amor gratuito a todos». Hoy también, cuando veo el Evangelio con aquellos enfermos que le llevaban a Jesús (Mc 6,53-56) pienso en tantos enfermos, los que de alguna manera comparten conmigo el tesoro de la enfermedad en cualquier grado y en cualquier situación y los pongo bajo la mirada consoladora de la Virgen de Lourdes reviviendo aquel 1985 ya muy lejano en el que visité esa hermosa y enigmática gruta en la que permanecí casi estático, admirado, por poco más de siete horas rogando por mi salud y por la de muchos. Hoy mi bendición va, con cariño y admiración, para todos los enfermos, pero en especial a quienes lo dan todo para hacerles la vida más llevadera, rogando que todos busquemos la salud, pero esa salud fundamental al sabernos amados y creados por Dios: la salud del alma que a él le pertenece por entero. ¡Bendecido lunes en esta Jornada Mundial del Enfermo 2019!
Padre Alfredo.
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P.D. El Mensaje se puede leer completo aquí: https://www.aciprensa.com/noticias/mensaje-del-papa-francisco-para-la-jornada-mundial-del-enfermo-39372
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