sábado, 19 de mayo de 2018

«Ven Espíritu Santo»... Un pequeño pensamiento para hoy


La Iglesia, de la que nosotros formamos parte y que está extendida hasta el último rincón de la tierra, tiene la misión de hacer cercano a Cristo a todos. Por medio de la Iglesia el entorno en el que vivimos debe continuar conociendo, escuchando y siguiendo al Maestro que, habiendo ascendido a la derecha del Padre, se ha quedado misteriosamente en la Eucaristía y nos ha enviado, por un designio amoroso del Padre, al Espíritu Santo para que guíe nuestro ser y quehacer en esta ardua y apasionante tarea de la evangelización. El mundo, por esa acción del Espíritu Santo en nuestras vidas, debe seguir conociendo a Cristo, debe seguirlo amando. Nosotros, los discípulos–misioneros del Señor Jesús, tenemos una gravísima responsabilidad de mostrar a Cristo al mundo. Es cierto que nos ha tocado vivir una época muy difícil en la que no pocos tratan de apagar la voz del enviado y acabar con la vida del testigo. Pero no hay que tener miedo porque el Espíritu nos fortalece. No podemos, por querer ganarnos el aprecio de los malvados, que no quieren convertirse, hacer acomodos o relecturas de la Palabra de Dios para caer bien o en pocas palabras «malbaratar» o «rebajar» el mensaje de salvación apagando la acción del Espíritu. El Señor nos quiere como testigos de su amor, de su gracia, de su misericordia para generar una auténtica conversión en aquellos que escuchan a Cristo por medio de nuestro testimonio de vida. Si por dar testimonio de la verdad somos crucificados, no olvidemos que detrás de la cruz está la resurrección y la vida eterna que nos prometió aquel que nos dijo: «sígueme» (Jn. 21,20-25). 

Nuestro seguimiento del Señor debe ser consecuencia de haberlo conocido, de amarlo y de estar totalmente comprometidos con Él y con su Evangelio dejando actuar al Espíritu Santo en nuestras vidas. Nosotros debemos ser los primeros en hacer nuestra la «vida nueva» que Dios nos ha ofrecido en Cristo Jesús para darla. La hemos de proclamar al mundo entero para que a todos llegue la salvación de Dios. A través del tiempo, la Iglesia de Cristo continuará escribiendo esta historia del amor de Dios, no sólo mediante sus palabras, sino también mediante sus obras, sus actitudes y su vida misma desarrollada en cada uno de sus miembros. Esto nos debe llevar a no romper la unidad en la Iglesia, y a saber respetar los carismas que Dios ha derramado a manos llenas por la acción del Espíritu Santo para el bien de la misma y de toda la humanidad. Son Pedro y los apóstoles, al igual que sus sucesores, quienes sabrán discernir los diversos carismas e impulsarlos para que cada uno, a la medida de la gracia recibida, pueda colaborar haciendo que el Reino de Dios llegue cada día con mayor fuerza a todos. Así, unidos en torno a Cristo, caminando tras sus huellas llegaremos, finalmente ahí donde Él, nuestra Cabeza y Principio, nos ha precedido. 

Vamos en camino, siempre en proceso, anunciando a Cristo sin desfallecer, animados por el testimonio de tantos hombres y mujeres que nos han precedido en el camino de la fe, unos famosos y otros muy escondidos, como muchos de aquellos primeros cristianos a quienes hemos acompañado en la primera lectura de esta cincuentena de la Pascua que mañana culmina con la fiesta de Pentecostés. Al final de la Pascua y en vísperas de recibir de nuevo la gracia del Espíritu Santo en esta fiesta de Pentecostés, vale la pena que revisemos si hemos crecido en una mayor generosidad y decisión en nuestra vida de cristianos, en nuestro seguimiento de Jesús el Señor Resucitado y, en la proclamación del Evangelio. Hoy escuchamos el final del Evangelio de san Juan, que parece como si no acabara... ¡Hay tantas y tantas cosas de Cristo que no caben en los libros! Ahí estamos nosotros, los que creemos en Jesús más de dos mil años después, los que no le hemos visto pero le seguimos. Los que estamos desplegando la Pascua en la historia que nos toca vivir. Los que hemos celebrado estas siete semanas, que concluirán con el mejor don del Resucitado, su Espíritu. Nosotros, que queremos anunciar ante el mundo que Cristo Jesús es el que da sentido a toda la historia y a nuestra vida, debemos seguir caminando abrazados de María, la Madre del Señor dejándonos llevar por el Espíritu Santo, con el que ella se desposó caminando siempre bajo su luz. ¡Bendecido sábado, último del tiempo de Pascua de este 2018, vísperas del día de Pentecostés!... ¡Espíritu Santo fuente de luz, ilumínanos! 

Padre Alfredo.

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