El Papa Francisco, considerando atentamente que la promoción de la devoción de la Santísima Virgen, contemplada como «María, Madre de la Iglesia» puede incrementar el sentido materno de la Iglesia en los pastores, en los religiosos y en los fieles, así como la genuina piedad mariana, ha establecido que la memoria de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, sea inscrita en el Calendario Romano desde este lunes 21 de mayo para celebrarse siempre el lunes después de Pentecostés cada año. Francisco —como le gusta que lo llamen— es un gran devoto de la Virgen —especialmente en su papel de Madre— y por eso le ha dedicado este nuevo día de celebración que con el nombre oficial de «Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia». En primer lugar, esta celebración con la categoría de «memoria obligatoria», nos recuerda el Evangelio de san Juan, en el que la Madre de Dios aceptó el testamento de amor de su Hijo y acogió a todos los hombres, personificados en el discípulo amado, como hijos para regenerar a la vida divina (Jn 19,26-27). En segundo lugar, la celebración reafirma la figura de María en este titulo que se estableció en el Concilio Vaticano II. En la conclusión de la tercera sesión de este importantísimo Concilio Ecuménico, el día 21 de noviembre de 1964, el beato Pablo VI declaró que la bienaventurada Virgen María es «Madre de la Iglesia es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa». Pablo VI estableció que la Madre de Dios fuera honrada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título. (AAS 56 [1965] 1015).
Esta advocación de «María Madre de la Iglesia», se incluyó en las Letanías Lauretanas en el año de 1980 y se concedió su celebración en distintas diócesis escogidas, aparte de celebrar Misas votivas en su nombre en el Vaticano desde 1975. Con motivo de ese año, declarado Año de la Redención, la Santa Sede publicó una Misa Votiva con este mismo nombre, la cual fue incluida posteriormente en el Misal Romano. Pero finalmente ha sido el Papa Francisco quien ha decidido dar el paso definitivo y honrar a la Madre de la Iglesia con un día especial de celebración con lecturas propias para este día que no están aún en los calendarios litúrgicos de este día, (dos opciones para la primera lectura: Gén 3,9-15.20 o Hch 1,12-14; el salmo responsorial tomado del Salmo 86 [87] y el Evangelio de San Juan 19,25-34). Estas lecturas ayudan a ver la figura de María como madre de los miembros de Cristo porque ella es la Madre de Dios y porque está íntimamente unida a la obra redentora de su Hijo. María es Madre de todos los hombres y especialmente de los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, desde que es Madre de Jesús por la Encarnación y desde que Jesús mismo lo confirmó el Viernes Santo desde la Cruz.
Hay también dos textos bíblicos que iluminan y justifican este título mariano: María al pie de la Cruz (cf. Jn 19,26-27) y María en el cenáculo en Pentecostés (Cf. Hch 1,14). María es la Madre que, al pie de la Cruz aceptó el testamento de amor de su Hijo y acogió a todos los hombres, personificados en el discípulo amado, como hijos y Ella, solícita guía de la Iglesia naciente, inició su propia misión materna en el cenáculo al orar con los Apóstoles en espera de la venida del Espíritu Santo. Así, vemos que tiene mucho sentido el celebrarla como Madre de la Iglesia al día siguiente de la fiesta de Pentecostés. La presencia de María en la comunidad, que orando espera la efusión del Espíritu (cf. Hch 1,14), evoca el papel que desempeñó en la encarnación del Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo (cf. Lc 1,35). El papel de la Virgen en esa fase inicial y el que desempeña ahora, en la manifestación de la Iglesia en Pentecostés, están íntimamente vinculados. Creo que este día histórico, en que por primera vez se celebra esta memoria litúrgica en honor a María a nivel mundial, es el inicio de una celebración que se arraigará y durará siempre en el corazón de todas las generaciones, según las palabras proféticas de la misma Virgen María: «Me llamarán bienaventurada todas las generaciones» (Lc 1,48). ¡Bendecido lunes, inicio del Tiempo Ordinario, con esta fiesta de la «Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia»!
Padre Alfredo.
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