domingo, 6 de mayo de 2018

«¡Que salgamos ganones!»... Un pequeño pensamiento para hoy


Estamos ya en las últimas semanas de la Pascua que es el tiempo litúrgico marcado por el sentido de «fiesta». Tal vez no estemos acostumbrados a que una fiesta dure tanto, pero nuestro calendario cristiano nos invita a celebrar la alegría pascual durante todas estas semanas «como un solo y único día de fiesta». La Pascua es más importante que la Cuaresma para la comunidad cristiana porque el Señor Jesús crucificado por nuestros pecados fue, como el cordero pascual «inmolado» para luego resucitar abriéndonos la esperanza a la resurrección y haciendo de ello, un día de «fiesta» porque Dios, «que nos amó primero, antes que nosotros le amáramos», estaba reconciliando al hombre consigo mismo. El Padre diseñó que el día que su Hijo Unigénito resucitara, fuera una gran fiesta para el cielo y la tierra. Junto a estos últimos días de la Pascua, hay una cierta novedad: el recuerdo de la Virgen María, en este mes de mayo. Como Ella —sin quitar obviamente nada de centralidad al Señor— fue buena Maestra para que celebráramos bien al Adviento, la Navidad, la Epifanía y la Cuaresma, así también Ella, por su cercanía a Cristo en su camino de la Cruz a la Resurrección y el envío del Espíritu, nos puede ayudar a vivir mejor la Pascua y la fiesta de Pentecostés ya próxima. Porque fue la mejor discípula, Ella puede ser una buena Maestra para la comunidad pascual que se deja llenar del Espíritu. 

El mensaje de la Palabra de Dios para hoy, en el contexto de la Pascua, es claramente el amor (Hch 10,25-26.34-35.44-48; Sal 17; 1 Jn 4,7-10; Jn 15,9-17). Ser discípulo­–misionero de Cristo es, fundamentalmente, estar dispuesto a amar. Con eso sería suficiente para transformar nuestro mundo y mantenerlo en un clima de concordia, de solidaridad y de paz; porque si los 740 millones de católicos que somos, nos decidiésemos a vivir amando a Dios y a los hombres, el mundo recibiría un impacto superior al de la bomba atómica de hace años y, desde luego, una explosión de signo absolutamente contrario a la guerra. Lo que pasa es que hemos devaluado el amor o lo hemos archivado, reduciéndolo a unas frases redundantes tras de las cuales se esconden descarnadas realidades que no hablan de amor a un mundo que está tan confundido en el tema, que llama amor a lo que no es. Es cierto que en la Iglesia hay maravillosas muestras prácticas de amor a Dios y a los hombres —me bastaría pensar en nuestra misión de Mange Bureh en Sierra Leona— pero no menos cierto que muchos católicos, confundidos con el mundo, están tanto que apenas de distingue porque viven amando a Dios y los hombres en ratitos. 

Vivimos rodeados de matrimonios rotos, vocaciones frustradas y apagadas, tsunamis de gente deprimida y sacudidas de suicidios. En el periódico o Internet se ven rostros oscuros que roban, asaltan, matan, secuestran y nos hacen pensar en corazones que una vez prometieron vivir en el amor y se han desinflado llenándose de odio; las relaciones de amor en las familias cada vez son más efímeras convirtiendo a muchos hogares en hoteles en donde no hay convivencia sino más bien violencia o indiferencia. La idea del amor que perdura en la eternidad se resquebraja cuando la infidelidad, no solo en el matrimonio, sino en todo lo tocante al amor, toca el timbre. Sin embargo, aquí estamos, en medio de ese mundo sabiéndonos amados por Dios y queriendo amar a su estilo. El amor es el mandamiento por excelencia que nos deja Jesús y motiva nuestro diario vivir, aunque nunca sea del todo aprendido ni cumplido. En la segunda lectura de hoy se nos da la densa definición: Dios es amor. El es la plenitud del amor, el que primero ha amado y sigue amando. La iniciativa siempre es y sigue siendo de Él, nosotros le amamos a él, porque «él nos amó primero» (1 Juan 4,19) y Él nos invita a «permanecer» amando. «Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. (Jn 15,9-10). El mundo aspira a michas cosas extrañas y las funda según él en el amor. Por ejemplo, defiende la vida de las ballenas, del rinoceronte de Java o el gorila de las montañas, pero no la de los niños en el vientre materno; construye armas cada vez más poderosas para establecer la paz, pero crea y defiende la guerra... El escritor español Cesar Vidal (cristiano practicante en la religión evangélica y estudiado en Universidades Católicas), tiene una novela que se titula «Te esperaré mil y una noches», en la que Eric, el protagonista de la historia tiene una frase que viene bien para terminar la reflexión de hoy: «He amado más de lo que me han amado, he leído más de lo que me han leído, he ayudado a los demás más de lo que me han ayudado y, precisamente por eso, en el debe y el haber de nuestra efímera existencia, sé que he salido ganancioso»... Pidámosle a María, llegando casi al final de la Pascua e inmersos en el mes de mayo a Ella dedicado, que nos ayude para salir «ganones» de este tiempo litúrgico que nos debe hacer vibrar en el amor. ¡Bendecido domingo para todos... y que gocen la celebración de la Misa de hoy! 

Padre Alfredo.

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