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Y entonces, reflexionando el pasaje evangélico de esta fiesta, resuenan en mi ser otros dos verbos, dos palabras que calan: «dejar» y «seguir». El evangelista dice: «dejaron las redes y lo siguieron» (Mt 4,20). Los dos hermanos, Pedro y Andrés, que fueron los dos primeros llamados, se convierten para nosotros en un ejemplo clarísimo, valiente y convincente de respuesta vocacional. Ellos nos enseñan las cosas que hay que hacer para ir tras las huellas de Cristo, los movimientos que hay que hacer y la elección determinante que hay que tomar: «dejar» y «seguir». Estas dos palabras, junto a las dos anteriores «invitar» y «venir», llegan a ser los verbos claves y las palabras que deben quedar escritas en el corazón de todo cristiano católico que, desde el bautismo, es llamado a ser de Cristo, a vivir en Él y a darlo a todos. estas palabras deben de resonar cada día en lo secreto del alma y en el corazón; allí es donde solo cada uno puede escuchar de manera personal este maravilloso cuarteto integrado por esas sorprendentes palabras del Evangelio, que son tan vivas y fuertes, y que cambian la vida de quien las escucha, medita y hace vida.
A tan sólo dos días para terminar el año litúrgico en la Iglesia católica, estas cuatro palabras de hoy, no suenan a final, sino a principio, al nacimiento de la vocación de todo discípulo-misionero: ser testigos de Cristo anunciando su Evangelio. Gracias a la fiesta de San Andrés, re-estrenamos el anuncio del Evangelio y su fuerza salvadora. María, la Madre de Dios, vivió estas cuatro palabras cada día. María se presenta como una sencilla síntesis de estos verbos vividos a la luz de la voluntad de Dios. Ella es la sierva del Señor y la reina de los apóstoles; es discípula y misionera que se sabe invitada a formar parte de un plan de salvación para venir a cada corazón haciendo que su Hijo Jesús nazca y renazca. Ella deja todos sus planes personales para seguir el plan de Dios equilibrando estos cuatro verbos y haciendo vida con gozo el gran ideal para el desarrollo de su tarea como discípula-misionera y para la eficacia de la misión apostólica de que todos conozcan y amen al Señor Jesús. «Invitar», «venir», «dejar» y «seguir», cuatro verbos que hacen de nuestra vida una acción en una misión que no es a nuestro estilo o a nuestros planes, sino al estilo y conforme al plan de Cristo que, para mí y para todos, es siempre lo mejor, aunque nos sorprenda en medio de nuestra aparente felicidad, bien instalados: «Ellos dejando enseguida la barca y a su padre, lo siguieron» (Mt 4,22). ¡Bendecido jueves eucarístico y sacerdotal! Les suplico la limosna de sus oraciones por mí a quienes tendrán hoy la oportunidad de participar en la «Hora Santa» en sus parroquias, capillas, seminarios y conventos.
Padre Alfredo.