jueves, 5 de junio de 2025

«Una tarea incansable»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY

Cuando éramos seminaristas de los últimos años de teología en el Seminario de Monterrey, uno de mis padrinos de ordenación sacerdotal, monseñor Juan José Hinojosa Vela —el otro es monseñor Juan Esquerda Bifet— hoy de feliz memoria y muerto en olor de santidad, nos decía que fuéramos pidiendo por las personas que íbamos a encontrar en un futuro en los lugares a los que fuéramos destinados como sacerdotes y así hicimos. Ahora que me encuentro con el pasaje del Evangelio que la liturgia nos propone para la misa de hoy (Jn 17,20-26) veo con cuánto sintonía con el Evangelio monseñor pensaba esto. En este pasaje Jesús, dirigiéndose a su Padre Dios exclama: «Padre, no sólo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado».

El diálogo filial amoroso entre Jesús y el Padre, nos incluye a todos en todo momento. Estas palabras expresan una gran preocupación de Jesús por nosotros que lo conocemos desde el vientre materno y por todos aquellos que aún no le conocen y por lo tanto no le aman. ¡Qué palabras tan actuales para animarnos a ejercer nuestra tarea de discípulos–misioneros! Una tarea que ha de ser incansable en medio de un mundo al que el papa León XIV, recién elegido, ante la multitud de la plaza y de todo el mundo, clamaba, en un mundo asolado por guerras, muertes y sufrimiento, por la paz, apelando a la necesidad urgente de una Iglesia unida, capaz de ser un signo de unidad y comunión en una realidad fragmentada por tantas ideologías que van y vienen queriendo inundar el corazón del hombre que, en el olvido de Dios, camina en el vacío. ¡Cuánto tenemos que pedir por los que no conocen a Dios pero también por los que lo han olvidado!

Ciertamente, como leí por allí, no habrá paz si los creyentes no aprendemos a vivir y convivir unidos, profundamente conocedores del amor de Dios por cada uno y por todos, apasionados por anunciarle y ser signo de paz y fraternidad. ¡Hay mucho que hacer! Quiero terminar la reflexión con un cuento que nos trae a la práctica lo meditado: «Un anciano labrador tenía varios hijos que se llevaban mal entre sí y se peleaban constantemente. Un día los reunió a todos y mandó traer unas cuantas varas, las colocó todas juntas e hizo un manojo con ellas, les preguntó cuál de ellos se atrevía a romperlo. Uno tras otro todos se esforzaron para hacerlo y ganar, pero ninguno pudo conseguirlo. Entonces el padre desató el manojo y tomando las varas una a una les mostró qué fácil se partían, y enseguida les dijo: —De esta manera, hijos míos, si están todos unidos nadie podrá vencerlos; pero si están divididos y enemistados el primero que quiera hacerles mal lo logrará». Unidos con María nos mantendremos firmes y unidos en la fe. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

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