Yo creo que todo deportista cristiano debe ser teológico, porque cuanto más comprende un atleta la grandeza de Dios, es menos probable que camine buscando su propia gloria, aunque en el caso de los sacerdote, se nos critique o se nos juzgue a veces sin comprender esto. En la Sagrada Escritura observamos que es valioso ponernos a prueba, examinarnos y considerar nuestros caminos, incluyendo nuestro corazón y por supuesto, la forma en que practicamos los deportes (2 Co 13,5; 1 Co 11,28; Sal 119,59). La primera lectura de hoy (2 Co 5,14-21) inicia afirmando: «El amor de Cristo nos apremia»... De entrada, al ver estas palabras y en medio del gozo de este jubileo me pregunté: ¿Cómo haría San Pablo para mantenerse en forma y poder responder al reto de evangelizar? El «Apóstol de las Gentes» se embarcó en cuatro viajes misionales principales, recorriendo unos 14 725 kilómetros en catorce años. Su disposición a recorrer grandes distancias para predicar de Cristo ayudó a establecer el cristianismo en todo el Mediterráneo porque, como expresa: El amor de Cristo le apremiaba. Por el tipo de deporte que practico, desde joven, entreno en un gimnasio —cuando me cambian de misión busco alguno cercano— y hago parte de mi vida de oración a quienes voy conociendo en el mismo. Voy aprendiéndome sus nombres, los invito a la misa dominical e incluso he catequizado y bautizado a algunos adultos que vivían lejos de Dios. A algunas de estas personas las confieso, las acompaño espiritualmente, bendigo sus casas o sus carros... de esta manera el GYM es para mí, un espacio de evangelización privilegiado.
Como deportista —a pesar de las críticas, malos juicios o malos entendidos que puedas encontrar incluso de parte de los más cercanos a ti—, puedes darle gloria a Dios mostrando una actitud de agradecimiento y gozo. Entrena conscientemente pensando en todo momento que el amor de Cristi te apremia como a San Pablo. Quiero terminar mi reflexión de este día recordando a mi querido papa Francisco, quien en uno de sus discursos, de esos que uno guarda, expresó: «Los lazos entre la Iglesia y el deporte son una bella realidad que se ha ido consolidando en el tiempo, porque la comunidad eclesial ve en el deporte un válido instrumento para el crecimiento integral de la persona humana. La práctica del deporte, en efecto, estimula una sana superación de sí mismos y de los propios egoísmos, entrena el espíritu de sacrificio y, si se enfoca correctamente, favorece la lealtad en las relaciones interpersonales, la amistad y el respeto de las reglas» (Mensaje a los delegados de los comités olímpicos europeos el 23 de noviembre de 2013). Yo no sé si la santísima Virgen María practicó algún deporte, pero la Biblia afirma que «se encaminó presurosa» (Lc 1,39) a visitar a Isabel... sin estar en forma no hubiera podido ir presurosa, ¿qué no? ¡Bendecido sábado recordando a María siempre!
Padre Alfredo.
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