jueves, 26 de junio de 2025

«Señor, Señor»... Un pequeño pensamiento para hoy


Que impresionante la afirmación que hace Jesús cuando dice en el Evangelio de hoy: «No todo el que me diga: “Señor, Señor” entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial» (Mt 7,21-26). Claramente el Señor, en esta afirmación, nos pide responsabilidad en nuestra condición de discípulos-misioneros, al mismo tiempo que sentimos la urgencia de dar buen testimonio de la fe. Edificar la casa sobre roca es una imagen clara que nos invita a valorar nuestro compromiso de fe y nuestra propia vocación, que no puede limitarse solamente a vivir envueltos en palabras bonitas, sino que debe fundamentarse en la autoridad de las obras, de lo que somos y hacemos conforme respondemos a la llamada del Señor e impregnamos nuestra vocación de caridad para alcanzar la verdadera felicidad. 

Hoy, en una tarde de trabajo en donde hemos tenido la dicha de responder al llamado del papa León XIV para tener un espacio de tiempo reflexionando en la importancia de vivir con felicidad nuestra vocación sacerdotal, casi 1,700 sacerdotes de los cinco continentes, representando a todos nuestros hermanos que hemos recibido la dicha de esta vocación, hemos reflexionado junto a él, en la importancia de vivir la respuesta a nuestro llamado con alegría con aquella convicción con la que nos habla el Apóstol de las gentes, procediendo como dice él en la Escritura: «con un corazón limpio, con una conciencia recta y con una fe sincera».

El papa nos ha dicho que recordemos que «no somos perfectos, pero somos amigos de Cristo y eso basta». Sí, no se trata solamente de decir: «Señor, Señor» en solemnes celebraciones litúrgicas revestidas muchas veces de frialdad, sino de vibrar al unísono de Cristo en lo que somos y hacemos.Por eso hemos de ser «sacerdotes felices, porque Cristo nos ha llamado y hecho sus amigos: una gracia que queremos acoger con gratitud y responsabilidad» nos ha dicho el Santo Padre. La gente del tiempo de Cristo, quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas» (Mt 7,28-29), porque hablaba desde la amistad que tenía establecida con su Padre. Pidan a María que los sacerdotes que estamos viviendo este jubileo, sepamos aprovechar al máximo y para inundar al mundo de la alegría del Evangelio. ¡Bendecido jueves!

Padre Alfredo.

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