lunes, 16 de junio de 2025

«Ojo por ojo, diente por diente»... Un pequeño pensamiento para hoy


Ojo por ojo, diente por diente»... Este es un dicho que aparece tres veces en el Antiguo Testamento (Ex 21,12-36, Lv 24,10-23 y Dt 19,15-21) y una vez en el Nuevo Testamento (Mt 5,38-42). Es cierto que esta la regla, conocida como la «ley del talión», fue una providencia en las leyes dadas a través de Moisés; sin embargo, hay que recordar que fue un estatuto civil y no religioso. Prácticamente podría describirse como la ley de la reciprocidad directa. Aparece también en el Código de Hammurabi, el código de leyes más antiguo que se conoce: data de los años 2285 a 2242 a. C., fecha del reinado de ese gobernante en Babilonia. De tal manera que, por lo visto, pasó a formar parte de la ética del Antiguo Testamento. Esta regla, que atañe a la retribución directa, lejos de ser una disposición salvaje y sanguinaria, como puede aparecer a primera vista, es un principio de misericordia. Su propósito original era en realidad limitar la venganza, ya que la venganza y la enemistad de sangre eran una característica de la sociedad tribal en aquellos tiempos. Si un miembro de una tribu mataba a un miembro de otra tribu, la obligación de todos los miembros masculinos de la segunda tribu era vengarse de los miembros masculinos de la primera, y la venganza buscada no era otra que la muerte.

La ley del talión limitaba deliberadamente el alcance de la venganza. Establece que solo el responsable de la herida debía ser castigado y que su castigo no debía ser mayor que la herida que infligió a la otra parte ofendida. Visto desde una perspectiva histórica, esta ley no es entonces algo salvaje, sino, como digo una ley que atañe a la misericordia. Por eso, no hay que sacar estas palabras de contexto y recordar que no es que toda la ética del Antiguo Testamento se mueva bajo ese principio. En la Biblia encontramos destellos de la más auténtica misericordia que van mucho más allá de esto: «No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lv 19,18); «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber» (Pr 25,21); «que ofrezca su mejilla al que lo hiere y lo afrenta» (Lm 3,30). La misericordia abunda en el Antiguo Testamento. Jesús eliminó los fundamentos mismos de esa ley, porque la venganza, por muy controlada y restringida que esté, no tiene cabida en la vida de sus discípulos–misioneros, y él se dio cuenta que no es que esa ley se aplicara al pie de la letra. 

Jesús muestra el camino de la verdadera justicia mediante la ley del amor que supera la de la venganza, es decir, ya no se puede vivir aplicando la ley del talión. «Jesús —decía el papa Francisco comentando este pasaje— no pide a sus discípulos sufrir el mal, es más, pide reaccionar, pero no con otro mal, sino con el bien. Solo así se rompe la cadena del mal (…)  De hecho —comenta Francisco— el mal es un “vacío”, (…) un vacío no se puede llenar con otro vacío, sino solo con un “lleno”, es decir con el bien. (Ángelus, 19 de febrero de 2017). Todos creo yo, por lo menos la mayoría, conocemos quién es Gandhi. En sus escritos hay algo que refuerza este mensaje de Cristo con su famosa frase: «ojo por ojo y el entorno acabará ciego». Hay mucho por hacer y mucho por comprender hasta dónde quiere Dios que lleguemos amando, perdonando, brindando una y otra oportunidad. Las palabras y la vida de Jesús siempre serán una invitación a ir más allá. Que María santísima nos asista con su sencillez y su clara visión de la voluntad de Dios. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario