Dios nos comunica que es Padre creador, Hijo comunicador, Espíritu santificador. De allí es de donde brota esta segura convicción de que Dios es Amor. El creyente, entonces, se atreve a acercársele, a contarle sus anhelos, a manifestarle sus necesidades, a arroparse en Él en busca de protección, a participar de su misma vida. Entra en el ámbito de la Trinidad al que ha sido convocado y desde el cual ha sido formado. Encuentra sentido a su vida, a su ansia de amor y a su deseo de comunicación. Todo lo hacemos siempre en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Así lo manifestamos por ejemplo en la celebración de la Santa Misa, iniciamos en el nombre de la Trinidad y terminamos con su bendición. En «Amoris laetitia», el Papa Francisco, de feliz memoria, reflexiona sobre la familia y la Santísima Trinidad. Nos recuerda que «la Trinidad es Padre, Hijo y Espíritu de amor. El Dios Trinidad es comunión de amor, y la familia es su reflejo viviente». Hoy, que al unísono de esta celebración, festejamos en México y no sé dónde más el «Día del Padre», me hago una pregunta: ¿Cómo pueden nuestras familias, con todas sus imperfecciones y desafíos, ser un vivo reflejo de la Trinidad? Y encuentro la respuesta en la vocación de los papás. Si hay alguien que con su ser y quehacer pueda explicar el misterio de Dios amor, es el padre de familia. Por eso la Iglesia, nuestra madre, está comprometida en apoyar con todas sus fuerzas la presencia buena y generosa de los padres en las familias, porque ellos son para las nuevas generaciones custodios y mediadores insustituibles de la fe en la bondad, de la fe en la justicia y de la protección de Dios Uno y Trino.
Quiero cerrar la reflexión de hoy con unos versos del inquieto escritor español José Javier Pérez Benedí, que seguro nos ayudan a reflexionar en la fiesta que hoy celebramos y que, de manera especial, les invito a que hoy se los lean a los padres de familia: «Creemos en un Dios Padre amoroso y compasivo. Cuida de todos nosotros, como el ave de su nido, admiramos su ternura para con todos sus hijos. Con amor le damos “gloria y alabanza por los siglos”. Enviado por el Padre, creemos en Jesucristo: su Hijo amado y, como hombre, fruto de un vientre bendito. Jesús es, para nosotros, Vida, Verdad y Camino, nuestro hermano y compañero, oculto en el pan y el vino. Creemos y veneramos al Espíritu Divino. Nos regala agua de vida en la fuente del Bautismo. Enciende calor de hogar en los corazones fríos. Es, en las horas de angustia, brisa, consuelo y respiro. Gracias, Santa Trinidad, misterio de amor, prodigio de ser Padre, Hijo y Espíritu: Tres «besos» de un Dios Amigo». Celebremos con María Santísima el gozo de esta fiesta. ¡Bendecido domingo y muchas felicidades a todos los papás!
Padre Alfredo.
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