miércoles, 4 de junio de 2025

«¿Qué más podría regalarnos el Señor?»... Un pequeño pensamiento para hoy


Estamos celebrando aún la Pascua de la resurrección del Señor. Pero el Señor, de modo definitivo, se ha ido ya de la vista de los apóstoles y subió al cielo. Los ha dejado, esta vez sí, ya para siempre. ¿Qué palabras tan entrañables, de cariño y de amistad sincera, tendría que decirles? ¿Cuáles serían sus últimos consejos y recomendaciones?... En estos días, previos a la fiesta de Pentecostés es lo que escuchamos, una serie de «encargos» que los seguidores de Jesús habrán de recordar. Por eso el Evangelio nos lleva a una serie de palabras conmovedoras de Cristo en la Última Cena, palabras que suenan a despedida, pero en un tono de «me voy, pero me quedo». Porque, aunque nosotros sabemos, por experiencia propia, que toda despedida es, en general, un momento triste y doloroso, los primeros cristianos habrán de ir comprendiendo cada día con más claridad, que Jesús se quedará espiritualmente presente entre los suyos por medio de su amor y de su presencia en la Eucaristía. Nos dejó, además, su Evangelio, la Iglesia y los sacramentos… ¿Qué más podía regalarnos?

¡Hay algo más!... El próximo domingo celebraremos la fiesta de la Pentecostés, la venida del Espíritu Santo. Así nacerá la Iglesia. Será su solemne «inicio» en el tiempo, y durará aquí en la tierra hasta que se clausuren los siglos y comience la eternidad. Por eso, nuestro Señor nos prometió el Espíritu Santo, el Espíritu «que procede del Padre y del Hijo» –como afirmamos convencidos en el Credo— y que es el amor recíproco entre el Padre y el Hijo, el Amor que es persona divina, la tercera Persona de la Trinidad Santísima. Así, aquella primera comunidad de creyentes pasará de tener a Jesús acompañándole físicamente en el camino de la vida, a tener en el alma, en todo momento, el Espíritu. Que les asistirá y les dará luz como a los apóstoles, que les facilitó enormemente la ardua misión de extender, traspasando fronteras, el Evangelio por el mundo que les esperaba. Cristo sabe que el Espíritu cuidará de la unidad de aquellos, como el Padre y él son Uno (Jn 17,11-19).

Esta semana, que nos prepara a Pentecostés, se constituye en un espacio de tiempo privilegiado para que nosotros también, como aquellos primeros cristianos, tomemos consciencia de los «encargos» que Jesús nos hace y crezcamos en la unidad. Porque, el Espíritu Santo, vendrá no solamente al templo, al grupo parroquial, a las misas de este próximo domingo... ¡No!... El Espíritu vendrá a impregnar toda nuestra vida, nuestro ser y quehacer en todas partes en donde un discípulo–misionero de Cristo está presente. Recuerdo que Juan Pablo II escribió una encíclica con el tema de la unidad de los cristianos: «Ut Unum Sint» —«Para que sean uno»—. Este valioso documento eclesial afirma que la unidad no es algo opcional ni secundario, sino una cuestión fundamental para la misión de la Iglesia. La unidad, está en el corazón del Evangelio, y cada uno de nosotros está llamado a caminar junto a los hermanos, buscando la unidad a través de la oración, el diálogo y el testimonio compartido. Que María, presente en aquel día de Pentecostés, nos ayude. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

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