miércoles, 18 de junio de 2025

«Repartió a manos llenas»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY

Después de un viaje relámpago a la frontera con los Estados Unidos, debido a una encomienda a solicitud de mi congregación religiosa, me dispongo a compartir la reflexión que hice esta mañana y que por no haber llevado ni iPad ni computadora pude compartir por escrito. Monterrey queda a menos de tres horas de la frontera y a veces surgen asuntos que me encomiendan debido a que conozco algunas ciudades de la frontera americana desde pequeño y me sé ubicar muy bien. Ser parte de una congregación religiosa que es misionera y estar cerca de la frontera de los vecinos del norte trae muchas ventajas para nuestras misiones, especialmente de la de África. Esta mañana, en Laredo, amanecí pensando en mi padrino monseñor Juan José Hinojosa, y es que un día como hoy, pero de hace diez años, fue llamado a la presencia del Señor luego de un tiempo de sufrimiento debido a un extraño accidente: ¡un coche cayó exactamente encima de donde él iba sentado! No cabe duda de que vivimos a la sorpresa de Dios. 

Al toparme con la primera lectura (2 Cor 9,6-11) y ver estas frases: «Cada cual dé lo que su corazón le diga»... «Dios ama al que da con alegría»... «serán ustedes ricos en todo para ser generosos en todo», me venían a la mente diversas escenas de los gratos y edificantes momentos que compartí con mi padrino, sobre todo en mi época de seminarista, cuando lo acompañaba varias veces a la semana a sus grupos de meditación bíblica, distribuidos en diversas zonas de Monterrey. No es que quiera adelantarme al juicio de la Iglesia, pero lo que yo vi siempre en mi padrino —como mucha gente más— fue el Evangelio de la alegría hecho vida en un hombre sencillo, humilde, servicial, generoso, espiritual y puro de corazón. ¡Cómo recuerdo su gozo, junto a monseñor Juan Esquerda —mi otro padrino— al estarme revistiendo con la casulla y la estola el día de mi ordenación sacerdotal!

Quisiera cerrar esta reflexión compartiendo una anécdota relacionada con la frase, también de la primera lectura de hoy que reza: «Repartió a manos llenas a los pobres; su justicia permanece eternamente». Una vez iba con «el padre Juanjo» como le decíamos mucho, a una de las reuniones de uno de los grupos de meditación bíblica. En una de las calles por las circulamos, se veía venir un señor —albañil seguramente— con una carretilla. De repente mi padrino detuvo el carro y me dijo: —abre la guantera, allí hay un dinero, es para este hombre que viene allá porque él está muy necesitado. Ese dinero es para él. Yo le pregunté: —¿Lo conoce padrino? Me contestó: —No, no sé ni quién es, pero está muy necesitado, lo sé; dale el dinero y no le digas nada, solamente dile que Dios se lo manda porque sabe de su necesidad. Avanzamos y entregué al hombre un fajo de billetes enredados y sujetos con una liga. Era una buena cantidad de dinero que el hombre recibió lleno de lágrimas y mirando al cielo, se santiguó y monseñor solamente le sonrió... Así son los hombres de Dios, ricos para ser generosos. Que Dios haya premiado a mi padrino Juanjo con el gozo del cielo encontrando allá a María a quien tanto quiso, y que nosotros sigamos el camino que gente como él que ya no está aquí, nos ha dejado. ¡Bendecida noche de miércoles!

Padre Alfredo.

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