jueves, 12 de junio de 2025

«JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE»... Un pequeño pensamiento para hoy


La primera lectura el día de hoy (Is 52,13-53,12) tiene una pregunta que sigue siendo actual y que debe resonar en el corazón de todo discípulo–misionero: «¿Quién habrá de creer lo que hemos anunciado? El mundo en el que vivimos parece alejarse de Dios cada vez más, y esto puede deberse a varios factores que pueden ser la tecnología, la cultura moderna y el materialismo reinante, cosas que distraen del campo espiritual y centran a la persona en su «yo». Pero nosotros, hombres y mujeres de fe, podemos constatar que la fe sigue viva en diferentes formas, sobre todo lo notamos los sacerdotes que, aunque en algunos lugares del mundo somos cada vez menos, vamos experimentando a nuestro alrededor, la presencia de laicos, hombres y mujeres que, llenos de Dios y confiados en él, se convierten, como decía la Beata María Inés, en «nuestro brazo derecho». 

Hoy, que celebramos la fiesta de «Jesucristo, sumo y eterno sacerdote», vemos que, aunque no exista una respuesta única a la pregunta de si el mundo está escuchando a Dios y cree en él o no, es importante destacar, la vivencia del sacerdocio bautismal de todas estas almas de laicos que forman parte de nuestros consejos de pastoral en las parroquias, que son miembros activos de grupos y movimientos eclesiales y a tantas otras personas, sobre todo ancianas, que no dejan de orar por la evangelización. Así, sacerdotes ordenados, consagrados y laicos, formamos un todo, en «sinodalidad», que ayuda al mundo a creer.

A raíz de esto, surge otra pregunta que brota en mi corazón de la escucha del Evangelio (Lc 22,14-20), cuando el Señor expresa en plena consagración del pan y del vino para convertirlos en su Cuerpo y en su Sangre: «repártanlo entre ustedes»: ¿Qué hago yo para que el Señor llegue a todos? Cristo requiere, no solo de los sacerdotes ministeriales, sino de todo miembros de la Iglesia, gente consciente de su misión sacerdotal de responder a Dios, desde la totalidad del ser y desde el corazón que quiere estar por Él, con Él y en Él en la tarea evangelizadora para que muchos le conozcan y crean en él. Cada uno, consciente del llamado bautismal que recibió para ser «profeta, sacerdote y rey», debe decir «Mándame», porque la misión no es algo que se tiene, que uno busca; sino algo que se recibe de Dios y nos confía para colaborar con su proyecto de Sumo y Eterno Sacerdote. Hoy hemos de dirigir nuestra mirada, junto con María, hacia Él y dejarnos conducir respondiendo a una última pregunta: ¿Estoy dispuesto a dejarme enviar hoy y cada día a la misión que Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote me confía? ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico.

Padre Alfredo.

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