jueves, 19 de junio de 2025


Hoy celebramos en México y en algunas otras naciones, la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo recordando, en la presencia de la Eucaristía, la entrega de Jesús por la humanidad, para que esta tuviera vida y la tuviera en abundancia. Jesús quiso hacer de su entrega nuestra propia entrega y de su vida nuestra propia vida, por eso se quedó así, en la Eucaristía. ¿Qué significa entonces en nuestra vida como creyentes el cuerpo de Cristo entregado y la sangre de Cristo derramada? ¿Qué significa esta fiesta para nosotros? ¿A qué nos compromete? Si Él nos amó hasta entregar su vida por nosotros, de la misma manera, nosotros también estamos llamados a entregar nuestra vida por los demás en nuestra propia cotidianidad y allí donde nos encontremos, haciéndonos «pan partido y repartido» como Él.

Estamos llamados, como discípulos–misioneros, a llevar a nuestra vida lo que fue la vida de Jesús mientras pasó por este mundo haciendo el bien (cf. Hch 10,38). La celebración de hoy nos recuerda que estamos llamados a vivir desde la entrega y el servicio, y lo hemos de hacer en nuestro ser y quehacer de cada día, allí donde nos encontramos: con nuestra familia, con nuestros amigos, en la parroquia, en nuestro trabajo, en nuestro entorno, en nuestra ciudad. Comprometidos a hacerlo con los de cerca y también con los de lejos, dirigimos nuestra mirada al Señor que, compadecido de todos, nos alimenta, para que todos comamos y nos saciemos. Eso nos lo recuerda el Evangelio de hoy con el pasaje de la multiplicación de los panes y los peces (Lc 9,11-17).

Después de que todos comieron y quedaron satisfechos, nos dice el evangelista que «de lo que sobró se recogieron doce canastos.» (Lc 9,17) ¡La generosidad de Dios siempre desborda, siempre es más de lo que esperamos! El amor que Cristo nos brinda en la Eucaristía no es para guardarse; la vida de fe es para desbordarse, para compartirse. Este paso nos reta a ser canales vivos de la gracia de Dios para los demás, desbordando amor, paz, esperanza, consuelo y ayuda. Si hemos recibido tanto de Jesús, especialmente en la Eucaristía, que tantas veces hemos celebrado y recibido ¿cómo podemos no compartirlo con un mundo que tanto lo necesita? Hemos de llevar Jesús Eucaristía en nuestra propia vida a cada rincón de nuestro mundo. ¡Cuánto gozaba la beata María Inés esta fiesta! No hay mayor honor que ser instrumento vivo de Dios, sus «canastos desbordantes» de gracia. Vivamos, acompañados de María, esta fiesta con alegría. ¡Bendecido jueves de Corpus!

Padre Alfredo.

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