Parecería que los humanos, en una época en la que hasta ha sido capaz el hombre de crear una Inteligencia Artificial, se tiene control de todo, sin embargo, nuestra vida puede dar giros inesperados y llegar a su fin en el momento menos inesperado. ¿Por qué estas 241 personas murieron? ¿Por qué un solo sobreviviente entre los pasajeros? ¿Por qué Ramesh ocupaba el asiento 11A? ¿Por qué algunos estudiantes que nada tenían que ver con el aeroplano llegaron al final de su recorrido en esta tierra? ¿Por qué...? El sobreviviente expresó: «No tengo ni idea de cómo salí de ese avión». Más de de 265 cuerpos han sido trasladados al hospital civil de la ciudad india de Ahmenabad donde sucedió el accidente. No vamos a vivir para siempre en este mundo pero no sabemos cuándo llegará el momento de partir. Somos, como dice un canto popular: «ciudadanos del infinito». Así que no se trata de cuánto tiempo pasemos en la tierra antes de ser llamados al juicio que nos llevará al encuentro del Padre Misericordioso, sino de qué hacemos con ese tiempo aquí en la tierra. Se trata de elegir ser buenos y dejar unas huellas imborrables en todos aquellos que forman parte de nuestro devenir... las huellas de Cristo. Ayer acompañé a mi amigo Gerardo Salazar en el último día del Triduo de su mamá la señora Ofelia, de 90 años a quien el Señor encontró en gracia, pues comulgó hasta el último día. En la parroquia se están celebrando las misas por Letty Góngora, una de nuestras feligreses que por años dedicó su vida a la catequesis... ¿Estamos viviendo de manera que dejemos las huellas de Cristo?
Hoy, que es día de San Antonio de Padua y que iniciamos la Novena para la fiesta de la Beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento. La lectura (2 Cor 4,6-15) de la Misa de este día conecta perfectamente este acontecimiento con la vida de cada uno de nosotros cuyo andar por este mundo terminará algún día. San Pablo nos recuerda una verdad profunda y consoladora: llevamos el tesoro del Evangelio, el ministerio y la vida nueva en Cristo, en «vasijas de barro». Somos frágiles, limitados, heridos, pero justamente ahí se manifiesta la fuerza de Dios mientras pasamos por el mundo buscando hacer el bien, dando una sonrisa, mostrando esperanza, compartiendo lo que somos y hacemos. Cualquiera de nosotros pudo haber estado en la aeronave o en tierra mientras cayó el avión... La interpretación profunda de todo esto, para quienes somos hombres y mujeres de fe, está en que, aunque llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, también en nosotros se manifiesta su vida. Hoy, pidamos a Dios, como pasajeros del viaje en este mundo acompañados de María su Madre, que purifique nuestras intenciones, que nos enseñe a mirar como Dios mira, y que renueve en nosotros la fidelidad y la esperanza en la vida eterna. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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