sábado, 7 de junio de 2025

«¿Qué va a pasar con éste?»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY


Esta noche me estuve despertando varias veces porque ayer tuve un día muy agitado. Hoy tenemos Primeras Comuniones y ayer entre confesiones de niños y adultos las horas pasaron desde las 4 hasta las 10 de la noche y eso deja el alma un poco agitada, aunque llena del gozo de haberle prestado los oídos al Señor para escuchar a tantas almas que buscan darle gloria y pensaba en este momento en que más de 50 niños recibirán a Jesús por primera vez. Sentía cómo Dios, recordándome que yo me había confesado un día antes, quería decirme algo para que yo les dijera esta mañana. Me sentí como muy bien mirado por Dios a lo largo de casi toda la noche. Y pensé en las miradas de Dios en esta celebración, cómo nos verá el Señor en este momento a los que participaremos. Dios siempre mira bien y mira por nosotros. En mis ratos de oración nocturna, entre pequeñas jaculatorias y peticiones, fui comprendiendo que Jesús quería que yo preparara mi corazón sacerdotal, un corazón pequeño y frágil como el de todos, como el de los niños, los padres, los padrinos, las familias, los amigos, los catequistas, el fotógrafo... todos tenemos un corazón siempre necesitado del perdón en la reconciliación para estar, como decía ayer a los niños... «¡limpiecitos para recibir a Jesús, el amigo que nunca falla y que no nos abandona nunca!». 

Las últimas palabras del pasaje del Evangelio de hoy (Jn 21,20-25), que son las últimas palabras de los cuatro Evangelios, porque San Juan fue el último de los evangelistas que escribió, me hacen adelantarme en espíritu a nuestra celebración de hoy pensando en nuestra propia historia, en nuestra propia vida y en nuestra relación con este Jesús, del que nos hablan los Evangelios, a quien estos pequeños recibirán por primera vez en la Eucaristía. ¿Qué hay en el futuro de estos niños y que querrán sus familias para el futuro de estos pequeños? Las vidas de estos pequeños, en este preciso instante en el que seguro estarán ya despiertos emocionados esperando el momento, están más marcadas por el futuro que por el pasado. El futuro es a lo que cada pequeño aspira, lo que desea, lo que va planeando según el camino que le muestran los adultos que los rodea... Sin duda, el futuro da forma al presente, mucho más que el pasado. Cada pequeño, como Pedro, como Juan en el Evangelio, ha de seguir a Cristo y cumplir el propósito para el que fue creado, porque si ellos y nosotros, de verdad pertenecemos a Jesús, formamos parte de su historia continua... 

Voy, para terminar la reflexión, a la parte del pasaje en donde Pedro, hablando de Juan, le pregunta: «—Señor, ¿qué va a pasar con éste?». Y es que esta pregunta me mueve a pensar en cada niño, en cada niña que hoy, radiantes con su túnica blanca recibirán a Jesús Eucaristía e ir de inmediato a la respuesta que Jesús da a Pedro: «—Si yo quiero que este permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú, sígueme». Y es que, en realidad, yo no sé que va a pasar con cada uno de ellos... Algunos seguirán participando asiduamente en la Eucaristía luchando para estar en gracia y recibir cada domingo al Amigo Jesús. Otros, quizá la mayoría, no volverán a la Iglesia sino de vez en cuando hasta que sean adolescentes y puedan venir por sí solos, porque a muchos de ellos sus padres no los llevarán ya a Misa porque... «¡ya salieron del compromiso!». Cada niño trae sus propios dones, talentos y perspectivas. Entre ellos hay una gran diversidad que enriquecerá y fortalecerá a la Iglesia y al mundo. Que María cuide y proteja a cada chiquillo, a cada chiquilla y que vivamos un Pentecostés adelantado el día de hoy. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

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