Las últimas palabras del pasaje del Evangelio de hoy (Jn 21,20-25), que son las últimas palabras de los cuatro Evangelios, porque San Juan fue el último de los evangelistas que escribió, me hacen adelantarme en espíritu a nuestra celebración de hoy pensando en nuestra propia historia, en nuestra propia vida y en nuestra relación con este Jesús, del que nos hablan los Evangelios, a quien estos pequeños recibirán por primera vez en la Eucaristía. ¿Qué hay en el futuro de estos niños y que querrán sus familias para el futuro de estos pequeños? Las vidas de estos pequeños, en este preciso instante en el que seguro estarán ya despiertos emocionados esperando el momento, están más marcadas por el futuro que por el pasado. El futuro es a lo que cada pequeño aspira, lo que desea, lo que va planeando según el camino que le muestran los adultos que los rodea... Sin duda, el futuro da forma al presente, mucho más que el pasado. Cada pequeño, como Pedro, como Juan en el Evangelio, ha de seguir a Cristo y cumplir el propósito para el que fue creado, porque si ellos y nosotros, de verdad pertenecemos a Jesús, formamos parte de su historia continua...
Voy, para terminar la reflexión, a la parte del pasaje en donde Pedro, hablando de Juan, le pregunta: «—Señor, ¿qué va a pasar con éste?». Y es que esta pregunta me mueve a pensar en cada niño, en cada niña que hoy, radiantes con su túnica blanca recibirán a Jesús Eucaristía e ir de inmediato a la respuesta que Jesús da a Pedro: «—Si yo quiero que este permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú, sígueme». Y es que, en realidad, yo no sé que va a pasar con cada uno de ellos... Algunos seguirán participando asiduamente en la Eucaristía luchando para estar en gracia y recibir cada domingo al Amigo Jesús. Otros, quizá la mayoría, no volverán a la Iglesia sino de vez en cuando hasta que sean adolescentes y puedan venir por sí solos, porque a muchos de ellos sus padres no los llevarán ya a Misa porque... «¡ya salieron del compromiso!». Cada niño trae sus propios dones, talentos y perspectivas. Entre ellos hay una gran diversidad que enriquecerá y fortalecerá a la Iglesia y al mundo. Que María cuide y proteja a cada chiquillo, a cada chiquilla y que vivamos un Pentecostés adelantado el día de hoy. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
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