martes, 17 de junio de 2025

«LA FÁBULA DEL LEÓN Y EL RATÓN»... Un pequeño pensamiento para hoy


En este espacio que llamo «Un pequeño pensamiento», no por lo corto que pudiera ser, sino por la pequeñez de mi reflexión en medio del océano inmenso de comentarios de la Palabra y los acontecimientos que giran en torno a nuestro Dios, me gusta compartir diversos temas que botan de mi oración, de la contemplación de esta Palabra que es viva y eficaz y de las vivencias diarias. Hoy quiero detenerme en la primera lectura de la Misa (2 Cor 8,1-9) para desmenuzar el tema central de «la generosidad». La lectura ofrece un motivo para que analicemos el nivel de nuestra generosidad, como medida de nuestra humanidad. San Pablo, que veía el crecimiento en muchos aspectos en esa comunidad de Corinto, quiere que también se distingan en la generosidad y que la practiquen no porque él se los está ordenado, sino por convicción.

Hay una fábula muy bonita que dice: «Érase una vez, un ratón que iba caminando muy distraído cuando, sin darse cuenta, se encaramó el lomo de un león que andaba echándose la siesta. El león, que comenzó a notar por unas leves cosquillas, se rascó pero... al pasar la zarpa por su lomo, notó algo extraño: El león sujetó al ratoncillo con sus garras y, viéndose aprisionado, comenzó a llorar desconsolado y a suplicar al león que le perdonara y le dejara marchar. —Señor león, no sabía que estaba sobre usted, tiene que perdonarme iba despistado. Sálveme la vida y quizás, algún día, pueda yo salvar la suya. El león, al escuchar aquella vocecilla no pudo por menos que echarse a reír pero, una ola de generosidad le invadió y, conmovido, le dijo: —¡Te perdono! Y el ratón, se alejó de allí corriendo. Pasaron los días, las semanas y los meses y, un buen día el ratón comenzó a escuchar unos fuertes aullidos. Se acercó con cuidado hasta el lugar de donde procedían y, no lo van a creer, allí estaba el león, atrapado en una red que los hombres habían puesto para cazar al rey de la selva. El ratón, al verle atrapado y acordándose de la benevolencia del león que lo había dejado en libertad, corrió en su ayuda para roer la cuerda hasta deshacer la red que lo aprisionaba. El fiero y temible león, pudo escapar de los cazadores gracias a la ayuda de un pequeño e insignificante ratón».

Algunas personas, en nuestros tiempos, les gusta pensar que pueden amar sin dar olvidando lo que dice 1 Juan 3,17-18: «El que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad». Jesús también dijo mucho al respecto en Mateo 6,21: «Porque donde esté su tesoro, allí estará también su corazón». Lo que damos, la manera en que lo hacemos, y nuestro compromiso para dar, son pruebas válidas de nuestro amor. Creo que al leer estas líneas a los Corintios nos queda bastante claro que la generosidad es la virtud que nos impulsa a dar o compartir con los demás de manera desinteresada, sin esperar nada a cambio. Implica la disposición de ayudar a otros, ya sea a través de acciones, bienes materiales, perdón o tiempo. La generosidad construye la comunidad. Bien decía Santa Teresa de Calcuta: «Dar hasta que duela». Que María, la humilde sierva del Señor nos ayude a ser generosos. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

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