La hermana Teresa Inés nació en Tokyo el 18 de diciembre de 1925. En 1954, el 8 de diciembre, ingresó a la congregación de las Misioneras Clarisas donde comenzó su caminar en la formación con su postulantado. Al año siguiente, en 1955, en esa misma fecha del 8 de diciembre, inició su noviciado y dos años después, igualmente el 8 de diciembre de 1957 hizo su profesión temporal de pobreza, castidad y obediencia.
Sus primeros años de formación los pasó en las comunidades de Tokyo y Karuizawa, donde tuvo la gracia de colaborar en la misión de Ohinata, viviendo en medio de una gran austeridad y con muchas carencias materiales, entregada de lleno a la tarea de la evangelización de un pueblo que apenas escuchaba hablar de Dios.
Su profesión perpetua, para consagrarse de lleno al Señor, fue el 8 de diciembre de 1963 en Tokyo y al año siguiente, en 1964 fue enviada a la misión de Oota, en donde estuvo hasta 1967 en el que se le pidió trasladarse a Oizumi para estar al frente de la construcción de un kinder del que fue nombrada primera directora, cargo que desempeñó fielmente hasta 1985.
Entre 1985 y 1986, hizo la experiencia del año de oración, en una vida de silencio y recogimiento en vida contemplativa en la casa de Karuizawa. Al terminar esta expeciencia se le pidió permanecer en esa comunidad para estar al frente de la construcción de una casa de ejercicios espirituales.
Tanto en las comunidades de Oizumi como en la de Karuisawa, ella fungió como superiora local, además de colaborar en el gobierno regional del instituto como consejera.
En 1996 fue nombrada superiora regional de Japón, convirtiéndose así en la primera hermana japonesa que ocupó este cargo, el cual desempeñó hasta el año de 2005. Este periodo de su vida misionera fue igual de fructífero que los anteriores, pues durante él pudo hacer la construcción de las nuevas instalaciones del jardín de niños en Tokyo «Misión Santa Clara», y la remodelación de la cripta, con suficiente capacidad, para acoger en su última morada a las hermanas misioneras que fallecieran en esa región.
Con gran fidelidad, firmeza y confianza, la hermana Inés Teresa veló incansablemente por las necesidades materiales y espirituales de cada una de las misioneras que tuvo a su cargo. Siempre se distinguió por vivir fielmente su consagración religiosa, viviendo con entrega y generosidad sus votos, especialmente distinguiéndose en el cumplimiento del voto de obediencia.
Al terminar su servicio como superiora regional, pasó a formar parte temporalmente de la comunidad de Karuizawa, para luego ser destinada a la comunidad de Iida, misión en la que colaboró activamente en las tareas parroquiales, siendo superiora local de esa comunidad.
En el año de 2016, habiendo cumplido 90 años de edad, sufrió una fuerte caída que la mandó al hospital por algún tiempo y allí estuvo en estado crítico, a tal grado que los médicos predecían su deceso como algo ya próximo. Pero, en los maravillosos designios de Dios, él tenía preparada una nueva misión para la hermana Teresa Inés concediéndole seis años más de vida siendo un gran ejemplo para las hermanas misioneras y para las personas que la atendieron en una residencia especializada, donde recibía todas las atenciones necesarias que su condición física requería. Allí la visitaban las hermanas manifestando la gratitud por su entrega misionera.
En todo momento, la hermana Teresa Inés, sobre todo mientras abrazaba la cruz de la enfermedad y de la ancianidad, se presentaba siempre con un rosario en la mano y otro colgado al cuello, muy cerca de su corazón, manifestando así su amor entrañable a María Santísima y dando ejemplo de la autenticidad de su unión con Dios, siempre con sencillez, manteniendo su porte religioso y siendo alegre y respetuosa con todos los que le rodeaban.
En las últimas semanas, antes de su deceso, avisaron de la residencia a las hermanas que había perdido el apetito y que empezó a mostrar fuertes síntomas de gripe, por lo cual fue trasladada al hospital donde fue diagnosticada con neumonía. El 9 de febrero el párroco de la Iglesia de Iida, junto con la hermana superiora de esa comunidad la visitaron y el padre le administró el sacramento de la Unción de los enfermos, el cual recibió conscientemente aunque con una gran debilidad física.
Se puede decir que esta última etapa de la vida de la hermana Teresa Inés, fue el resumen perfecto de su vida y que de la misma manera que el Cirio Pascual, que al inicio está grande e imponente pero se va consumiento mostrando la luz de Cristo, ella también se fue consumiendo transmitiendo la presencia de Cristo en su vida para iluminar a los demás, dejando tras de sí, solamente la luz de Cristo con la cual se quedó grabada una auténtica vida de entrega y fidelidad que fue consumida en su totalidad, por la llama del amor.
Descanse en paz la hermana Teresa Inés Takanawa Reiko.
Padre Alfredo.