El Evangelio de hoy, por su parte, luego de unos días de llevarnos a diversas etapas de la vida de Jesús, nos vuelve al Jesús Niño, y en esta ocasión concreta, a la escena de la presentación en el templo (Lc 2,22-35). San Lucas pone en labios de Simeón la seguridad que han de tener las personas comprometidas con la Vida: «mis ojos han visto la luz de las naciones». Simeón es uno de los muchos piadosos y justos (Lc 1,6) que aguardaban la liberación de Israel. El viejo Simeón al final de su vida pudo experimentar la liberación de Dios, liberación que esperan todos los justos. Éstos son los que aman al Señor; lo aman porque buscan, porque están luchando desde su pobreza por un nuevo espacio geográfico y social que sea significativamente distinto de aquel en el que se vive y quieren ser luz como Cristo. En la pluma de San Lucas, la liberación no es sólo para Israel, sino para todas las naciones, sin condiciones. Nada ni nadie puede poner como pretexto que la liberación de las condiciones de tinieblas está restringida. A todas las naciones se les retira las vendas: no tienen porque andar en tinieblas. Han de buscar hacer realidad el nacimiento de la Nueva Sociedad que recibe en sus brazos al Verbo de Dios.
Así, tanto el Evangelio como la primera lectura de Misa nos conducen a una Navidad más profunda. El anciano Simeón nos invita, con su ejemplo, a tener «buena vista», a descubrir, movidos por el Espíritu, la presencia de Dios en nuestra vida y ser luz. San Juan en su carta nos dirá una luz verdadera que alumbre como la luz de Cristo. En los mil pequeños detalles de cada día, y en las personas que pueden parecer más insignificantes, nos espera la voz de Dios, si sabemos escucharla y nos invita a ser luz. Nosotros somos de los que creemos en Cristo Jesús y queremos iluminar al mundo con el gozo y la alegría de su Evangelio siendo luz. Somos de los que celebramos la Navidad como fiesta de gracia y de comunión de vida con él. Pero también debemos ser más claramente «hijos de la luz» y vivir «como él vivió», no sólo de palabra, sino de obras. Sigamos viviendo con José y María, que hoy presentan a Jesús en templo, el hermoso ambiente de la Navidad. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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