martes, 21 de diciembre de 2021

«El amor y la espera de Jesús»... Un pequeño pensamiento para hoy


Seguimos en nuestro camino de Adviento hacia la Navidad, ya llegando a los últimos días de este tiempo que la Iglesia nos concede y en el que ya, de alguna manera, por los textos de la liturgia que podemos meditar, nos vamos llenando del espíritu de la Navidad. Hoy quiero hacer la reflexión siguiendo los textos de la misa de este día. Preparando la visita de María a su parienta Isabel, tenemos en la primera lectura un hermoso cántico de amor tomado del Cantar de los cantares (Cant 2,8-14). En este relato la novia ve con gozo cómo su amado viene saltando por los montes a visitarla. El novio le canta un poema pidiendo a la joven que se haga ver: «levántate, amada mía, y ven, hazme oír tu voz». Todo alrededor es poesía y primavera en la naturaleza. Pero sobre todo es el amor de los dos jóvenes lo que llena la escena de encanto: el amor humano, elevado en la Biblia a símbolo y encarnación del amor de Dios a su pueblo. Es hermoso que en este tiempo de Adviento se nos hable de amor, de poesía y gratuidad: en medio de un mundo lleno de interés comercial y de cálculos medidos. Y que este amor juvenil sea precisamente el lenguaje con el que, en vísperas de la Navidad, se nos anuncia la buena noticia: Dios, el novio, se dispone a celebrar la fiesta una vez más, si la humanidad y la Iglesia, la novia, le acepta su amor.

Por su parte el salmo (Sal 32) expresa muy bien los sentimientos de júbilo: «aclamen justos, al Señor, cántenle un cántico nuevo». Parece escrito para que lo recemos en estos últimos días del Adviento: «nosotros aguardamos al Señor, con él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos». Son actitudes que nos preparan a una Navidad vivida desde dentro con una actitud de anhelo, un deseo de que el Mesías llegue a nuestros corazones. Vale la pena preguntarnos qué grado de amor hay en nuestro corazón para recibir al Amado, al Amor de los amores que llega con la intención de quedarse y hacer morada en nuestro corazón para que lo demos a los demás.

En el evangelio (Lc 1,39-45) la visita de la Virgen María a su parienta Isabel está llena de resonancias bíblicas: como cuando se trasladó el Arca de la Alianza entre danzas y saltos de alegría a casa de Obed Edom, donde estuvo tres meses, llenando de bendiciones a sus moradores (2 Sam 6,11). María, que acaba de recibir del ángel la trascendental noticia de su maternidad divina, corre presurosa a casa de Isabel, a ofrecerle su ayuda en la espera de su hijo. Llena de Dios y a la vez servicial para con los demás, María es portadora en su seno del Salvador, ella misma es el Arca de la Alianza. La Buena Noticia la comunica con su misma presencia y llena de alegría a Isabel y al hijo que salta de gozo en sus entrañas, el que será el precursor de Jesús, Juan Bautista. Con su alabanza, Isabel traza un buen retrato de la Virgen: «dichosa tú, que has creído». Es significativo por demás el encuentro de Isabel y María, dos mujeres sencillas que han sido agraciadas por Dios con una inesperada maternidad y se muestran totalmente disponibles a su voluntad. Son un hermoso símbolo del encuentro del Antiguo y del Nuevo Testamento, de los tiempos de la espera y de la plenitud de la venida. Falta poco para Navidad, nos seguimos preparando para la gran fiesta del nacimiento del Redentor. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

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