lunes, 20 de diciembre de 2021

«La Virgen concebirá y dará a luz al Emmanuel»... Un pequeño pensamiento para hoy


Seguimos en nuestro caminar hacia la Navidad en estos últimos días de Adviento. La reflexión de hoy la podemos hacer en torno a la primera lectura de la Misa (Is 7,10-14) y del evangelio (Lc 1,26-38) de la misma. En la primera lectura el rey Acaz, en el siglo VII antes de Cristo, no quiere pedir una señal de la protección de Dios. Tiene unos planes de alianzas militares que no le interesa confrontar con la voluntad de Dios. Pero el profeta Isaías le habla y le asegura que se van a cumplir los planes de Dios sobre la dinastía davídica: una jovencita dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emmanuel, Dios-con-nosotros. La historia nos dice que tal vez el hijo al que se refiere la profecía, en primer lugar, es probablemente Ezequías. Pero tal como lo leemos, ya se refiere al Mesías futuro, el rey perfecto de los últimos tiempos. La versión griega ya tradujo «jovencita» por «virgen», para subrayar la intervención milagrosa divina.

En el evangelio, por su parte, nosotros, guiados por Lucas, interpretamos el pasaje del profeta con gozosa convicción: la virgen es María de Nazaret, y su hijo el Mesías, Cristo Jesús. Así se lo anuncia el ángel Gabriel, en este diálogo que puede considerarse como una de las escenas más densas y significativas del evangelio, la experiencia religiosa más trascendental en la historia de una persona y el símbolo del diálogo de Dios con la humanidad. Dios dice su «sí» salvador, y la humanidad, representada en María, responde con su «sí» de acogida: «hágase en mí según tu palabra». Del encuentro de estos dos síes, brota, por obra del Espíritu, el Salvador Jesús, el verdadero Dios-con-nosotros. Entra en escena el nuevo Adán, cabeza de la nueva humanidad. Y a su lado aparece, con un «sí» en los labios, en contraste con la primera, la nueva Eva.

A nosotros también se nos anuncia lo que le fue anunciado a María, y de nosotros se espera que asumamos la actitud que ella asumió, de docilidad y entrega a la voluntad de Dios con el «sí» que pronunciemos a la voluntad de Dios. Así nacerá Cristo en nuestros corazones por la fe, y podremos llevarlo a otros hermanos nuestros, mostrarlo y predicarlo en nuestros actos de solidaridad y entrega a nuestros hermanos. Podremos conformar nuestra vida a sus palabras, a su evangelio y convertirnos en sus hermanos, discípulos y amigos. Que el corazón salte de gozo ante el inminente nacimiento del Señor y que acompañemos, desde nuestra pequeñez a José y María en la dulce espera. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

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