De esta convicción brotan las expresiones que son propias del Adviento y que aparecen hoy en la lectura del libro del profeta Isaías (Is 45,6-8.21-25): «Dejen, cielos, caer su rocío y que las nubes lluevan la justicia; que la tierra se abra y haga germinar la salvación». El único que puede concedernos eso es Dios: «Yo soy el Señor y no hay otro. ¿Quién fue el que anunció esto desde antiguo? ¿Quién lo predijo entonces? ¿No fui yo, el Señor». Esta profecía de Isaías es una de las que el Adviento ha tenido más en cuenta. La renovación mesiánica es anunciada como una «primavera». La naturaleza entera se renueva y participa a la manifestación del Mesías.
El salmo 84, que la liturgia nos presenta el día de hoy, es uno de los más propios de este tiempo del Adviento: «Está ya cerca nuestra salvación y la gloria del Señor habitará en la tierra». Seria bueno que el día de hoy recemos entero este salmo que en la Biblia es el 85. Vale la pena rezarlo reposadamente en un momento de oración personal. A la luz del profeta Isaías y de este salmo, podemos ver y profundizar en que Cristo es el primer «brote» de la nueva humanidad renovada y que la justicia y la salvación son los frutos de la humanidad fecundada por la misericordia divina. Con María y José sigamos el camino del Adviento. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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