Si ayer en nuestra reflexión el cántico del Magníficat, en boca de María, resumía la historia de salvación conducida por Dios. Hoy es el cántico del Benedictus (Lc 1,67-79), que probablemente era de la comunidad, pero que san Lucas pone en labios de Zacarías, el que nos ayuda a comprender el sentido que tiene la venida del Mesías. Los nombres de la familia del Precursor son todo un programa: Isabel significa «Dios juró», Zacarías, «Dios se ha acordado», y Juan, «Dios hace misericordia». En el Benedictus cantamos que todo lo anunciado por los profetas se ha cumplido «en la casa de David, su siervo», con la llegada de Jesús. Que Dios, acordándose de sus promesas y su alianza, «ha visitado y redimido a su pueblo», nos libera de nuestros enemigos y de todo temor, y que por su entrañable misericordia «nos visitará el sol que nace de lo alto».
Zacarías reconoce que la historia ha llegado a su punto culminante. Ha llegado el tiempo de la visita de Dios. La idea de visita de Dios, para la Biblia, tiene dos significados. Se trata de una visita de salvación, para los pobres, oprimidos, perseguidos, los fieles a Dios, y a la vez una visita de condenación, para los corruptos, los que atentaron contra sus hijos. Zacarías se alegra de esa visita, porque por fin se establecerá la justicia en la tierra. Ya cada uno ocupará el lugar que verdaderamente le corresponde. El tiempo de Navidad que ya está a la puerta no puede quedar en la celebración de un acontecimiento histórico o en una simple fiesta vacía. Es un punto desde el cual ha de leerse el presente, un presente que exige la visita de Dios, «como lo había prometido a nuestros padres...». Y un presente que se abre a un futuro esperanzador: «él nos librará de nuestros enemigos...»; «iluminará a los que viven en tinieblas...»; «guiará nuestros pasos por los caminos de la paz...» ¡Bendecido viernes 24 de diciembre y que la noche de hoy en su familia, sea una noche santa!
Padre Alfredo.
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