Toda la vida está llena de momentos de gracia, únicos e irrepetibles. La venida del Señor a nuestras vidas sucede cada día, y es esta venida, descubierta con fe vigilante, la que nos hace estar preparados para la otra, la que será ña definitiva y que no sabemos cuándo será. Qué pena que los judíos no supieron reconocer la llegada del Enviado, pero a la luz de esto debemos preguntarnos si no desperdiciamos nosotros otras ocasiones de encuentro con el Señor.
La actitud vigilante y despierta es muy necesaria para los cristianos en el mundo de hoy. Pues si los discípulos–misioneros no nos ponemos listos, podemos sucumbir al tráfago de informaciones sin descubrir las realmente valiosas. Debemos tener cuidado de nos dejarnos envolver de preocupaciones inútiles descuidando lo central de nuestras vidas. Hoy necesitamos formar discípulos–misioneros vigilantes y despiertos que ayuden a las comunidades a fortalecer la conciencia cristiana y el servicio a toda la humanidad. Pidamos esto con ayuda de María. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
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