sábado, 14 de agosto de 2021

«De los que son como ellos es el Reino de los cielos»... Un pequeño pensamiento para hoy


El Señor Jesús, según podemos leer siempre en los relatos evangélicos, atendía a todos, sin importar clase o condición, edad y demás y con preferencia a los más débiles y marginados de la sociedad: los enfermos, los «pecadores». En el Evangelio de hoy (Mt 19,13-15) es a los niños que le traen para que los bendiga a quienes se va a dedicar, aunque a los apóstoles se les acaba pronto la paciencia porque en aquella sociedad los niños eran algo insignificante que no merecía atención. A pesar de todo, según algunos testimonios, el rito de la imposición de manos y la bendición de los niños existía en la época. Lo hacían los padres, pero se pedía también la bendición de los rabinos famosos. En esta ocasión acuden a Jesús con los niños, para que los bendiga, teniendo en cuenta la fama que el joven rabino de Galilea había adquirido con su enseñanza y los milagros que realizaba. A todo ello se unía la fama de Jesús como persona de oración. 

Jesús nos da una gran lección poniendo a los niños como modelos: nos deja ver su sencillez y la limpieza de su corazón que nos hacen ir a la convicción de nuestra debilidad. Todas estas deben ser nuestras actitudes en la vida humana y cristiana. Pero esta breve página nos interpela también sobre nuestra actitud hacia los niños. En tiempos de Jesús, como digo, no se les tenía muy en cuenta. Ahora ha aumentado claramente el respeto que la dignidad de los niños despierta en la sociedad. En la Iglesia, tal vez, sea la época en que más se les atiende pastoralmente. En estos tiempos tan difíciles de pandemia, estamos, por ejemplo, en la parroquia en la que yo ejerzo mi ministerio, teniendo las Primeras Comuniones cada domingo en grupos muy reducidos, para cuidar a los niños de los contagios. Ellos, contentísimos, se van acercando a recibir a Jesús por primera vez en la Eucaristía, y han tenido su formación por la plataforma de zoom gracias a la creatividad de los catequistas, que se las ingenian de mil maneras, con la gracia de Dios, para tener la atención de los pequeños y ayudarles en su formación en la fe.

La familia cristiana, y toda la comunidad de discípulos–misioneros, debemos sentirnos responsables de evangelizar a los niños, de transmitirles la fe y el amor a Dios. Las ocasiones de esta atención para con los niños son numerosas: el Bautismo, la catequesis como iniciación en los valores cristianos, los demás sacramentos de la iniciación (Confirmación y Eucaristía), el grupo de perseverantes, las Misas dominicales más pedagógicamente preparadas para ellos, los diversos ambientes de su educación cristiana etc. La opción por ellos es reflejo de su comprensión y aceptación del Reinado de Dios. Este exige, para ser recibido un trabajo profundo, una profunda conversión producida por la gracia del Reino y pensar que «de los que son como ellos es el Reino de los cielos». Que María Santísima nos ayude y nos aliente a seguir haciendo mucho por la niñez en nuestro camino pastoral. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

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